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Jesús es aclamado con cánticos de entusiasmo

Redacción (Miércoles, 03-04-2019, Gaudium Press) Algunas semanas después de la resurrección de Lázaro, que causó enorme impacto en toda la opinión pública, Nuestro Señor partió rumbo a Jerusalén para la ceremonia de la Pascua.

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Se cumple la profecía de Zacarías

Todo judío, a partir de los doce años de edad, era obligado a peregrinar anualmente a Jerusalén, por ocasión de la Pascua. Por eso, en las proximidades de la Ciudad Santa, los caminos estaban repletos de gente. Al saber que Jesús, montado en un burrito, Se aproximaba a Jerusalén, gran número de personas fueron a verlo.

Entonces, «la numerosa multitud extendió sus vestiduras por el camino, mientras otros cortaban ramas de los árboles, y los esparcían por el camino. Las multitudes que iban en frente a Jesús y los que lo seguían, gritaban: ‘¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los Cielos!’

«Cuando Jesús entró a Jerusalén la ciudad entera se agitó, y decían: ‘¿Quién es este Hombre?’ Y las multitudes respondían: ‘Este es el Profeta Jesús, de Nazaret de Galilea'» (Mt 21, 8-11).

Comenta Monseñor João Clá:

«Ese cortejo triunfal – ¡pero cuán modesto para Aquel que es Rey y Creador del universo! – realizaba literalmente la profecía mesiánica de Zacarías: ‘Danza de alegría, ciudad de Sión; grita de alegría, ciudad de Jerusalén, pues ahora tu rey está llegando, justo y victorioso. Él es pobre, viene montado en un burro, en un burrito, hijo de una burra’ (9, 9).»

Las autoridades no homenajearon al Divino Maestro

«En la Antigüedad, los grandes héroes militares y los atletas vencedores eran saludados con ramos de palma, para honrarlos por el triunfo alcanzado. Por tanto, Jesús quiso que su Pasión, cuyo ápice se dio en el Calvario, fuese marcada por el triunfo ya en la apertura, anticipando la gloria de la Resurrección que vendría después.»

«Nuestro deseo sería que esta entrada se verificase de modo apoteósico, con un cortejo triunfal en que los burritos cargasen, cuando mucho, los últimos auxiliares del Salvador.

«Él merecería desfilar en un animal imponente, un elefante o un bello corcel blanco, semejante a aquel sobre el cual aparece figurado en el Apocalipsis, con una espada entre los dientes (cf. Ap 19, 11-15).

«Al contrario, el Señor prefiere una simple montura, se presenta con sus vestiduras habituales, sin ostentar un manto real, y no se hace anunciar. Las autoridades – el sumo-pontífice, los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo -, a quien cabría promover una solemnidad para recibirlo, no le prestan homenaje. ¡Nada de lo que sucedía estaba a la altura de Él!

«Con todo, si esta escena fue simple en su exterioridad, fue riquísima en lo que dice respecto a la substancia, pues allí estaba el propio Dios hecho Hombre. «¡Cómo nos gustaría tener aquel burrito disecado y conservado en una catedral! […]

El pueblo deseaba una felicidad meramente terrena

«No hay duda de que, con aquellos gritos, la multitud reconocía la realeza de Jesús como auténtico descendiente de David. Entretanto, eran aclamaciones basadas en una perspectiva deformada, según la concepción – generalizada entre los judíos – de un Mesías político que los liberaría del yugo romano y restauraría el reino de Israel, obteniéndole la supremacía sobre todas las otras naciones.

«Ellos asociaban la venida de ese Mesías, por tanto, más a una salvación temporal que a la salvación eterna. Así, recibieron a Jesús con honras, en la expectativa de que Él, al final, se apoderase del poder y se iniciase para los judíos una época diferente.

«De hecho, el Redentor abría una era diferente, pero desde el punto de vista sobrenatural. Y ellos, muy naturalistas, no percibían esto. En consecuencia, aquel contentamiento que manifestaban no estaba sellado por la admiración a la divinidad de Cristo.

«Arrebatados por gracias místicas y consolaciones extraordinarias, lo acogieron entre gritos y cánticos de entusiasmo, transbordando de alegría; sin embargo, debido a esta mentalidad equivocada, aplicaron tales gracias en un rumo discorde a los designios de Dios.

«Deseosos de un reino humano, imaginaban como siendo el máximo éxito tener un monarca dotado de la capacidad de obrar cualquier especie de milagro, pues, de este modo, todos sus problemas serían resueltos.

«En el fondo, deseaban una felicidad meramente terrena y con tal ardor la buscaban que, si fuese posible, querrían pasar la eternidad en este mundo. En una palabra, eran «limbolatras», o sea, adoradores de una situación que hiciese de esta vida una especie de limbo, sin sufrimiento ni gozo sobrenatural.

Nuestro Señor sabe lo que le espera

«Estas reflexiones contienen una lección para nosotros: debemos ser muy cuidadosos en no aprovecharnos de las gracias para nuestros intereses personales, y jamás apropiarnos de los dones de Dios para con ellos auto-proyectarnos buscando satisfacer nuestro amor-propio, vanidad y orgullo.»

Pocos días después, esa misma opinión pública odiará a Nuestro Señor y llegará a pedir a Pilatos que Él fuese crucificado.

A ese respecto, el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira hace esta observación:

«Los pintores católicos que reprodujeron la escena presentan a Nuestro Señor recibiendo con cierto buen grado aquel homenaje, pero con un fondo de tristeza y al mismo tiempo de severidad porque Él comprendía lo que aquello tenía de vacío, y que el pueblo que lo aclamaba, sin pensar en eso, reconocía su propia culpa. […] Él desfila bondadoso y triste; Él sabe lo que le espera.»

«Es un punto para nuestro examen de consciencia: yo, que me alegro al ser tocado por la gracia en el fondo del alma, si no soy vigilante y rígido conmigo y consiento en una mala solicitud – sea por pensamiento, deseo o mirada -, en este momento estaré trillando el mismo camino de aquellos judíos y, en breve, el «¡Hosanna!» cederá lugar al «¡Crucifícalo!»

Que la Santísima Virgen nos conceda la gracia de la perfecta vigilancia no solo en cuanto a las circunstancias externas, sino sobre todo en relación a las malas tendencias que tenemos dentro de nosotros mismos.

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 188)

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Bibliografía

CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2012, vols. V, I, III

CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Palestra. São Paulo, 14 abr. 1984.

 

 

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