Ciudad del Vaticano (Lunes, 08-04-2019, Gaudium Press) Ayer, durante el rezo del Ángelus dominical en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre profundizó en el relato evangélico del día, que trata de la mujer adúltera que escribas y fariseos querían apedrear, pero que en el fondo era una insidiosa trampa que ponían a Jesús.
Ante el pecado de la mujer adúltera, hay dos actitudes: la de los fariseos y la de Jesús.
«Los primeros quieren condenar a la mujer, porque se sienten tutores de la Ley y de su fiel aplicación. En cambio, Jesús quiere salvarla, porque Él personifica la misericordia de Dios, que perdonando redime y reconciliando renueva».
Los fariseos esgrimen la Ley mosaica, y preguntan al Señor si deben seguir tal ley que prescribía la lapidación.
«El evangelista señala que ellos le hicieron esta pregunta ‘para ponerlo a prueba y tener un motivo para acusarlo’. Se puede suponer que su propósito era éste – vean la maldad de esta gente – : el ‘no’ a la lapidación habría sido motivo para acusar a Jesús de desobediencia a la Ley; el ‘sí’, en cambio, para denunciarlo a la autoridad romana, que se había reservado las sentencias para sí misma y no admitía el linchamiento popular. Y Jesús debe responder», dijo el Pontífice.
¿Cómo responde Jesús?
«En primer lugar, permanece en silencio durante un rato y se inclina para escribir con el dedo en el suelo, casi como para recordar que el único Legislador y Juez es Dios, que escribió la ley en la piedra. Y luego dice: ‘El de ustedes que esté libre de pecado, arroje la primera piedra contra ella'».
De este modo, explicó el Papa que «Jesús apela a la conciencia de aquellos hombres»:
«Ellos se sentían ‘paladines de la justicia’, pero los llama a la conciencia de su condición de hombres pecadores, por la cual no pueden arrogarse el derecho a la vida o a la muerte sobre otro semejante».
Francisco describe la siguiente escena del drama, en la que «uno tras otro, comenzando por los ancianos», se fueron «renunciando a apedrear a la mujer». Lo anterior nos invita «a cada uno de nosotros a tomar conciencia de que somos pecadores», y a dejar caer de nuestras manos «las piedras de denigración y de la condena, de las habladurías que a veces queremos lanzar contra los demás».
Un nuevo camino
«Jesús es el único sin culpa, el único que podría arrojarle la piedra contra ella, pero no lo hace, porque Dios ‘no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva’. Y Jesús se despide de la mujer con estas maravillosas palabras: ‘Vete y de ahora en adelante no peques más’. Así Jesús abre ante ella un camino nuevo, creado por la misericordia, un camino que requiere su compromiso de no pecar más. Es una invitación que vale también para cada uno de nosotros: Jesús cuando nos perdona nos abre siempre un camino nuevo para ir adelante», señaló el Pontífice
«En este tiempo de Cuaresma – continuó – estamos llamados a reconocernos pecadores y a pedir perdón a Dios. Y el perdón, a su vez, mientras nos reconcilia y nos da la paz, nos permite recomenzar una historia renovada». «Toda verdadera conversión está orientada hacia un futuro nuevo, hacia una vida nueva, una vida bella, una vida libre del pecado, una vida generosa».
«No tengamos miedo de pedir perdón a Jesús, porque Él nos abre la puerta a esta vida nueva», invitó el Papa. Y terminó pidiendo que la Virgen «nos ayude a testimoniar todo el amor misericordioso de Dios que, en Jesús, nos perdona y hace nueva nuestra existencia, ofreciéndonos siempre nuevas posibilidades».
Con información de Vatican News
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