Ciudad del Vaticano (Lunes, 08-04-2019, Gaudium Press) En la mañana del pasado viernes 5 de abril, fue realizada la cuarta de las meditaciones de la Cuaresma, en la Capilla «Redemptoris Mater», en el Vaticano.
El Predicador oficial de la Casa Pontificia, Fray Raniero Cantalamessa, continuó sus consideraciones profundizando la temática basada en San Agustín: «Volver para dentro de sí mismo».
La predicación del fraile capuchino fue asistida por el Papa Francisco y sus colaboradores de la Curia Romana.
Adorar a Dios vivo – Solo a Él adorar
En su meditación, Fray Cantalamessa recordó que nosotros cristianos tenemos una imagen diferente de Dios: un Dios que es amor infinito, además de poder infinito, al cual tenemos la obligación primordial de adorar: «Vendrá la hora, y ya llegó, en que los verdaderos adoradores deberán adorar al Padre en espíritu y verdad», dice el evangelista Juan.
El Nuevo Testamento, dijo el Predicador de la Casa Pontificia, dio mayor dignidad a la palabra «adoración».
De hecho, «Está escrito: al Señor, tu Dios adorarás, solo a él prestarás culto».
La Iglesia – dijo el religioso – retomó esta enseñanza, haciendo de la adoración al acto por excelencia del culto.
La adoración es el único acto religioso que no puede ser ofrecido a nadie, en todo el universo, ni siquiera a Nuestra Señora, sino apenas a Dios.
La actitud externa, que corresponde a la adoración, es, generalmente, la genuflexión, el gesto de doblar las rodillas.
Lo que es adorar
Pero, qué significa, realmente, adorar, se preguntó el frayle Capuchino.
«¡La expresión de adoración más eficaz de que cualquier palabra, afirmó, es el silencio, en la presencia del Señor Dios!»
«¡Adorar, según la maravillosa afirmación de San Gregorio Nacianceno, significa «elevar a Dios un himno de silencio»! Es consentir a Dios ser Dios.»
Adorar a Dios: ¿obligación o privilegio?
Adorar a Dios no es tanto un deber, una obligación, sino un privilegio, una necesidad.
¡El hombre precisa de algo majestuoso para amar y adorar! El fue creado para esto.
No es Dios que precisa ser adorado, sino el hombre que precisa adorar. Sin embargo, la adoración debe ser un acto libre.
Adoración Eucarística
Fray Raniero Cantalamessa concluyó su cuarta predicación de Cuaresma diciendo que la Iglesia Católica tiene una forma particular de adoración: la adoración Eucarística.
O sea, el culto eucarístico, la contemplación de Cristo y de su misterio.
La adoración Eucarística es una de las formas más eficaces de evangelización.
El Predicador encerró esa cuarta meditación con el Salmo: «Ven, inclinémonos en adoración; arrodillémonos delante del Señor que nos creó. ¡Él es nuestro Dios! ¡Nosotros somos sus ovejas y el nuestro Pastor»! (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de Vatican News.)
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