sábado, 23 de noviembre de 2024
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En la audiencia general, el Papa habló sobre ‘el misterio de la luna’

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 10-04-2019, Gaudium Press) Hoy, continuando las catequesis de las Audiencias Generales sobre el Padrenuestro, el Santo Padre profundizó en la frase «Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden» (Mt 6,12).

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«Consideramos hoy la petición del Padre nuestro, que dice: ‘Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’. En toda oración del cristiano se contiene una petición de perdón a Dios, ya que por muy santa que sea nuestra vida siempre somos deudores ante Dios. Por eso la soberbia es la actitud más negativa de la vida cristiana. Se arraiga en el corazón sin que muchas veces nos demos cuenta, e incluso afecta a las personas que llevan una intensa vida religiosa. Nos hace creer que somos mejores que los demás, casi semejantes a Dios, amenazando así con romper la fraternidad», dijo el Papa.

Ese texto del Padrenuestro que hoy analizó el Papa, nos recuerda que tenemos muchas deudas con Dios, no solo las de nuestros pecados. «Estamos en deuda sobre todo porque en esta vida hemos recibido tanto: la existencia, un padre y una madre, la amistad, las maravillas de la creación…. Aunque todos pasemos por días difíciles, debemos recordar siempre que la vida es una gracia, es el milagro que Dios extrajo de la nada».

Somos deudores incluso porque «si logramos amar, ninguno de nosotros puede hacerlo con las propias fuerzas», enfatizó el Pontífice. «Podemos amar, pero con la gracia de Dios».

En español, Francisco resumió nuestras deudas con el creador, y explicó lo que llamó el misterio de la luna:

«En definitiva, somos deudores porque todo lo hemos recibido: la existencia, los padres, la amistad, la belleza de la creación… En nuestra vida personal se refleja también como un mysterium lunae, es decir un misterio de la luna. Al igual que la luna no brilla con luz propia sino que refleja la luz del sol, también nosotros reflejamos una luz que no es nuestra, sino que la hemos recibido. De esta manera, si amamos es porque hemos sido amados; si perdonamos es porque antes hemos sido perdonados. Y en esta cadena de amor que nos precede reconocemos la presencia providente de Dios que nos ama. Ninguno ama a Dios tanto como Él nos ha amado a nosotros. Basta que miremos a Cristo en la cruz para descubrir la desproporción entre su amor y el nuestro».

El Papa trató también de un tipo especial de pecado del que también somos deudores con Dios, el de los pecados «escondidos», pues «hay pecados llamativos que hacen ruido, pero también hay pecados sutiles que se anidan en el corazón sin que nosotros nos demos cuenta». «El peor de estos es la soberbia».

El Papa imploró al cielo, en la cercanía de la Pascua, a «no dejar de mirar a Cristo en la cruz, para que su amor purifique todas nuestras vidas y nos libre del orgullo de pensar que somos autosuficientes. Que la gracia de la resurrección de Cristo transforme totalmente nuestra vida».

Con información de Vatican News

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