Ciudad del Vaticano (Viernes, 12-04-2019, Gaudium Press) El Papa emérito Benedicto XVI rompió su habitual silencio para comentar, de una manera sin precedentes, su perspectiva sobre uno de los principales problemas de la Iglesia universal: los escándalos de abusos. Desde su experiencia de la evolución del problema que llegó a convertirse en un tema de impacto internacional durante su pontificado, Benedicto XVI realizó un diagnóstico de las causas profundas de la crisis, relacionadas con el abandono de Dios.
Benedicto XVI, durante su encuentro con el Arzobispo Mayor Greco Católico Ucraniano, Mons. Sviatoslav Shevchuk. |
Para el Pontífice emérito identificó uno de los componentes clave de la crisis actual: los efectos nocivos de la revolución sexual que marcó la cultura occidental y llegó a afectar profundamente a la Iglesia. Ciertos sectores de la Iglesia abandonaron la enseñanza de la doctrina moral tradicional y pusieron en duda incluso la existencia de la verdad objetiva, motivando una respuesta clara por parte del Papa San Juan Pablo II en la Carta Encíclica Veritatis Splendor.
Los intentos de reemplazar la moral de la Iglesia con una nueva moral en la que se dio preponderancia a las intenciones subjetivas del individuo como justificación minaron la teología, y ciertos Seminarios fueron objetos de experimentos de cambio que permitieron la entrada de conductas gravemente inmorales. La Santa Sede respondió a las denuncias a medida que se conocían de forma incompleta y avanzó en el endurecimiento de las respuestas, por ejemplo, al transferir el tema a la Congregación para la Doctrina de la Fe, habilitada para las máximas sanciones.
«En muchas partes de la Iglesia, las actitudes conciliares fueron entendidas como tener una actitud crítica o negativa frente a la tradición existente, que ahora iba a ser reemplazada por una nueva y radicalmente abierta relación con el mundo», denunció Benedicto XVI, quien recordó como anécdota que los libros de su autoría estaban implícitamente prohibidos en ciertos Seminarios por no corresponder con esta tendencia. «Mis libros fueron escondidos, como mala literatura, y leídos sólo por debajo del escritorio».
Confianza en tiempos de tribulación
Uno de los aspectos más destacados del mensaje del Pontífice emérito es su insistencia en preservar la confianza en Jesucristo y la santidad de la Iglesia. «Si realmente quisiéramos resumir muy brevemente los contenidos de la Fe como es dada en la Biblia, podríamos hacerlo diciendo que el Señor ha iniciado una narrativa de amor con nosotros y desea unir toda la creación en él», comentó Benedicto XVI. «La fuerza contraria a todo mal que nos amenace a nosotros y al mundo entero puede sólo consistir al final en nuestra entrada en este amor. El poder del mal surge de nuestra resistencia a amar a Dios. Quien se confía al amor de Dios está redimido. El no ser redimidos es una consecuencia de nuestra inhabilidad de amar a Dios. Aprender a amar a Dios es, por tanto, el camino para la redención humana».
El Papa emérito denunció la relación de los escándalos con un grave descuido del sacramento de la Eucaristía, interpretado por muchos fieles como una mera formalidad y celebrado en ocasiones en una forma tal «que destruye la grandeza del Misterio». Pero a pesar de los males que han infiltrado la Iglesia, «la mies es todavía la mies de Dios y la red es todavía la red de pesca de Dios. Y en todo tiempo, no sólo hay cizañas y malos peces, sino también la cosecha de Dios y los buenos peces. Proclamar ambas cosas con énfasis no es una falsa forma de apologética, sino un servicio necesario a la Verdad»
«Es muy importante oponerse a las mentiras y las medias verdades del demonio con la verdad plena: Sí, hay pecado y mal en la Iglesia. Pero incluso hoy existe la Santa Iglesia, que es indestructible», expresó Benedicto XVI. «Hoy hay muchas personas que creen, sufren y aman con humildad, en quienes el Dios real, el Dios amoroso, se muestra a nosotros.Hoy Dios también tiene testigos (mártires) en el mundo. Sólo tenemos que ser vigilantes para poder verlos y escucharlos». El Pontífice emérito propuso edificar «hábitats de fe» como «una de las grandes y esenciales tareas de nuestra evangelización». El propio Papa emérito relató como ejemplo que él vive en una casa que constituye «una pequeña comunidad de personas que descubren tales testimonios del Dios vivo una y otra vez en la vida cotidiana, y quienes me lo señalan con alegría a mí también. Ver y encontrar la Iglesia viva es una tarea maravillosa que nos fortalece y nos hace alegres en nuestra Fe».
Al final de su escrito, publicado por discreción en una revista para sacerdotes de las diócesis de la región de Bavaria en Alemania, Benedicto XVI agradeció al Papa Francisco por todas sus acciones en favor de «mostrarnos, una y otra vez, la luz de Dios, que no ha desaparecido, incluso hoy».
Con información de National Catholic Register.
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