miércoles, 27 de noviembre de 2024
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En su homilía del Domingo de Ramos, el Papa contrapone el triunfalismo a la humildad de Jesús

Ciudad del Vaticano (Domingo, 14-04-2019, Gaudium Press) En la homilía de la misa de Domingo de Ramos, celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa habló sobre el «doble misterio» de la entrada de Jesús en Jerusalén, que son la aclamación con palmas y ramos de olivo que hoy se conmemora, y el ensañamiento del odio contra él que concluirá en el Calvario.

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El Pontífice señaló que Jesús nos enseña a combatir el triunfalismo con la humildad: «El triunfalismo trata de llegar a la meta mediante atajos, compromisos falsos. Busca subirse al carro del ganador. El triunfalismo vive de gestos y palabras que, sin embargo, no han pasado por el crisol de la cruz; se alimenta de la comparación con los demás, juzgándolos siempre como peores, con defectos, fracasados… Una forma sutil de triunfalismo es la mundanidad espiritual, que es el mayor peligro, la tentación más pérfida que amenaza a la Iglesia. Jesús destruyó el triunfalismo con su Pasión».

La humildad del Señor no le impedía gozar con la aclamación que le era hecha por los pobres de Israel, pues verdaderamente Él es Mesías, es Rey. «Pero al mismo tiempo, el corazón de Cristo está en otro camino, en el camino santo que solo él y el Padre conocen: el que va de la «condición de Dios» a la «condición de esclavo», el camino de la humillación en la obediencia «hasta la muerte, y una muerte de cruz» . Él sabe que para lograr el verdadero triunfo debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse». La Virgen también surca el mismo camino.

Jornada Mundial de la Juventud

Hoy, que se conmemora también la XXXIV Jornada Mundial de la Juventud, Francisco convocó a los jóvenes a transitar con Jesús el camino de la cruz. «Queridos jóvenes – alienta el Papa – no os avergoncéis de mostrar vuestro entusiasmo por Jesús, de gritar que él vive, que es vuestra vida. Pero al mismo tiempo, no tengáis miedo de seguirlo por el camino de la cruz. Y cuando sintáis que os pide que renunciéis a vosotros mismos, que os despojéis de vuestras seguridades, que os confiéis por completo al Padre que está en los cielos, entonces alegraos y regocijaos. Estáis en el camino del Reino de Dios».

El Señor pasa de las mayores aclamaciones a las más terribles tribulaciones, pero siempre con actitud de oración. «En los momentos de oscuridad y de gran tribulación hay que callar, tener el valor de callar, siempre que sea un callar manso y no rencoroso. La mansedumbre del silencio hará que parezcamos aún más débiles, más humillados, y entonces el demonio, animándose, saldrá a la luz». Será necesario resistirlo en silencio, «manteniendo la posición», pero con la misma actitud que Jesús. Él sabe que la guerra es entre Dios y el Príncipe de este mundo, y que no se trata de poner la mano en la espada, sino de mantener la calma, firmes en la fe. Es la hora de Dios. Y en la hora en que Dios baja a la batalla, hay que dejarlo hacer. Nuestro puesto seguro estará bajo el manto de la Santa Madre de Dios».

Con información de Vatican News

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