Jerusalén (Lunes, 22-04-2019, Gaudium Press) Se le conoce como «la madre de todas las santas vigilias» porque tiene lugar en la Basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén, donde ocurrió el gran acontecimiento de la Pascua: la Resurrección. Ésta tuvo lugar en la mañana del Sábado Santo, fue presidida por Mons. Pierbattista Pizzaballa, ofm, Administrador Apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, y concelebrada por obispos y sacerdotes de diferentes nacionalidades.
La liturgia inició con el rito del «lucernario» que ocurrió en la entrada de la Basílica, justo delante de la Piedra de la Unción, donde se encendió el fuego y el cirio pascual. De allí se pasó la Liturgia de la Palabra con siete lecturas y siete salmos que hablan de la historia de la Salvación, y luego la renovación de las promesas bautismales con la aspersión del agua bendita.
Durante la homilía, Mons. Pizzaballa, señaló: «En esta liturgia no celebramos un recuerdo. Lo que hacemos en estos gestos no es sólo un memorial de lo que se ha hecho a nuestros padres. Incluso hoy, aquí, Dios ama, crea, libera, conduce, perdona. Hoy realiza aquí la obra de la Redención».
Mons. Pierbattista Pizzabala al iniciar el «lucernario» / Foto: Nadip Asfour – CTS. |
Luego dijo respecto a las lecturas proclamadas: «Me gusta ver en la filigrana, detrás de la obra de salvación de Dios en la historia que acabamos de celebrar, nuestra historia de salvación, lo que se realiza aquí ahora para nosotros, para mí, para nuestra Iglesia y para nuestro pueblo. Tomo breves indicios de algunos de los signos y gestos de esta noche santa».
El Administrador Apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén se detuvo luego a explicar los signos presentes en la Vigilia Pascual: la noche, el fuego, el agua y el pan.
Sobre la noche expuso que ella es bíblicamente «el momento de la revelación de Dios, de los sueños», y es en la noche cuando «Dios trabaja y vigila»; pero también es «momento del miedo, de la duda, de la soledad, del peligro (…) la noche es pecado».
Señaló que es Cristo quien salva de esa oscuridad, simbolizado en la luz del cirio pascual, que es Jesús resucitado: «La luz que hemos recibido de la vela pascual, de Cristo resucitado, traigámosla con nosotros. Ilumina nuestro camino y da esperanza. Nosotros somos esa luz (…) La luz que ha iluminado nuestra noche personal, traigámosla a las muchas noches de este tiempo. Nos daremos cuenta de que la noche realmente no tiene poder. Si tenemos luz, seremos luz».
En relación con el fuego, Mons. Pizzaballa dijo que él llama a la revelación de Dios: «Pensemos en la zarza ardiente. El fuego es calor; con el fuego se prepara la comida, la familia se calienta. Del fuego bendito hoy hemos sacado la luz que ha iluminado nuestras tinieblas (…) Pero el fuego es también juicio, decisión, purificación».
Al referirse al agua, indicó que ella, al igual que el fuego, «es signo del espíritu purificador (…) Es símbolo de Dios que purifica. El agua de vida».
En cuanto al Pan, subrayó que la Eucaristía «es el signo final por excelencia, de aquello que contiene a todos. Es sacrificio, don alabanza, compartir, celebración (…) Siempre lo necesitamos, nunca se da de una vez por todas».
La Vigilia Pascual en el Santo Sepulcro fue vivida de modo especial por los Franciscanos de Tierra Santa, quienes todos los días tienen el privilegio de celebrar allí la liturgia. Fray Zacheusz Drazek, presidente de la basílica del Santo Sepulcro, dijo al respecto: «los frailes, que vivimos con la Resurrección, celebramos todos los días la liturgia del lugar. Hacerlo en este día ayuda todavía más a comprender la importancia del sitio al que Dios nos ha enviado a servir. No me acostumbraré nunca a vivir en contacto tan estrecho con la Resurrección».
Con información de la Custodia de Tierra Santa y Vatican News.
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