Redacción (Jueves, 25-04-2019, Gaudium Press) Notre Dame, que fue surgiendo en la ciudad de París a la vista de los hombres, hace más de 850 años (1163), manifestando todo su esplendor 180 años después.
Notre Dame, que acogía las reliquias de la Corona de Espinas, un trozo de la Cruz en que Jesús, Nuestro Señor, fue enaltecido y uno de los clavos con que le clavaron a ella.
Notre Dame, con su frontispicio de dos torres de 69 metros y su aguja central de 90.
Notre Dame, simbólico lugar en que fue beatificada la Patrona de Francia, Santa Juana de Arco.
Notre Dame, la que sobrevivió a la posible destrucción durante la Revolución Francesa – cuando las ceremonias litúrgicas a la «diosa razón» -; pero, cuyas imágenes de los Reyes de Judea fueron derribadas y decapitadas por los hombres de la «libertad, igualdad y fraternidad».
Notre Dame que sobrevivió a la ocupación nazi.
Notre Dame, aquella que «la educación, la ciencia y la cultura», de las Naciones Unidas, la declararon Patrimonio de la Humanidad.
Notre Dame, la visitada por decenas de miles de personas por día, llegando a cerca de 13 millones al año.
Notre Dame, que representa la catolicidad de la nación francesa y de la Europa cristiana, como un bello ícono gótico de piedra y vitrales.
Notre Dame, la maravillosa Catedral de Notre Dame, el último 15 de abril fue cuasi devorada por las llamas, sufriendo serios daños, especialmente en su gótica cobertura, en su elegante y bella aguja central y otros elementos de mucho valor histórico-religioso.
Durante el incendio, las campanas de las iglesias parisinas tocaban invitando a los fieles católicos a rezar para que Dios detenga el avance de las llamas. Fieles, hombres y mujeres, arrodillados en las calles cercanas, a la vista del imponente y terrible avanzar de las llamas en los techos de Notre Dame, cantaban con fe, y bella entonación, el Ave María, Je vous salue, Marie pleine de grâce. No dejaban – es lo que se ve en el vídeo que se transformó rápidamente «viral»- de pasar a su lado los indiferentes de siempre; aquellos hombres y mujeres preocupados por sus cosas, alejados de Dios, y que, como dice San Pablo, tienen por dios a «su propio vientre». Otros, tal vez no creyentes, paraban frente al trágico evento, estupefactos. Momento inolvidable para París, para Francia y para el mundo.
Pareciera que, en determinado momento, la mano de Dios detuvo el fuego. Los bomberos trabajaron denodada e inteligentemente; pero, no pocas veces, por más esfuerzos que se hagan, el fuego lo devora todo. Un hecho nos hace pensar en eso. El sacerdote capellán de los bomberos, P. Jean-Marc Fournier, en un acto de profunda fe y valentía, entra en la Catedral para rescatar, a Jesús Sacramentado y entre las reliquias, la más importante, la Corona de Espinas con la cual Jesús, Nuestro Señor, fue investido en su dolorosa Pasión. Afirmaba, en entrevista a la televisora católica francesa KTO, que, entrando, «tuve una visión de lo que puede ser el infierno, como cascadas de fuego cayendo de las aberturas del techo». No poco fue el esfuerzo inicial de rescatar la Corona de Espinas.
A seguir recogió el Santísimo Sacramento. Al retirarse de tan especial misión relata: «no quise solamente salir con Jesús, sino que aproveché para hacer una bendición con Él. Estaba completamente solo en la catedral, en medio del fuego, las llamas, de las cosas que caían. Al hacer esta bendición, le pedí a Jesús que nos ayudara a preservar el templo». El fuego se detuvo preservando la torre norte y lo demás se pudo salvar.
Aunque aún no se sabe la causa del incendio, algunos señalan que podría no haber sido accidental, se levantan dudas. La empresa de los andamios afirma que no había en esos momentos ninguno de sus obreros pues habían salido a las 5:20 pm. y el incendio comenzó a las 6:50 pm. Dudas nos presentan noticias de otros eventos singulares, ocurridos en días anteriores. Varias iglesias en Francia, y Notre Dame en particular, han experimentado varias amenazas y ataques terroristas en los últimos años, principalmente del extremismo islámico. Desde principios de febrero del 2019 ocurrieron, al menos, 10 incidentes de vandalismo y profanación de iglesias católicas. En el mes de marzo hubo incendio, en la iglesia de Saint-Sulpice, poco después de la misa de 12.
Esperemos las investigaciones, y veremos, pues al momento, las autoridades, no descartan ninguna hipótesis.
Sería una pena cerrar este artículo sin trasmitir a los lectores palabras de Benedicto XVI en su visita a Notre Dame en el 2008. Decía que esta Catedral no sólo era un testimonio perdurable «para el diálogo incesante que Dios desea establecer con todos los hombres y mujeres», sino como un lugar donde las conversiones nacieron bajo sus elevadas bóvedas. Recordaba el Pontífice Emérito que, en este emblemático lugar de la Cristiandad, el famoso escritor francés Paul Claudel, en su joven edad de 18 años, siendo un inquieto incrédulo entró por primera vez en Notre Dame, quedó vagando por sus majestuosas naves en un día de Navidad de 1886. No por fe o piedad, «sino para ver argumentos contra los cristianos». El canto de las Vísperas estaba en marcha. El coro estaba cantando el Magnificat.
Entonces todo cambió para Paul Claudel.
«En un instante – testimonia -, mi corazón fue tocado y yo creí. Creí con tal fuerza y adherencia, con tal elevación de todo mi ser, con tan poderosa convicción, con tanta certeza sin dejar lugar para ningún tipo de duda, que desde entonces todos los libros, todos los argumentos, todos los incidentes y accidentes de una vida ocupada han sido incapaces de sacudir mi fe, ni en efecto afectarla en forma alguna».
Es el maravilloso efecto que producen las grandes catedrales góticas que se elevaron a los ojos de los hombres – siendo Notre Dame la más emblemática – expresando que en ese lugar estaba la unión del Cielo con la tierra, dando lugar a grandes conversiones. Es la evangelización con la belleza.
Por el P. Fernando Gioia, EP.
www.reflexionando.org
(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica, 25 de abril de 2019)
Deje su Comentario