Redacción (Viernes, 24-05-2019, Gaudium Press) Si hay un sector de la sociedad donde más se practica la libre iniciativa y la auténtica libertad, es en la clase media de una sociedad verdaderamente cristiana. Exterminarla ha sido siempre la obsesión no solo de los marxistas fanáticos sino también de los economistas burgueses contaminados con ese credo.
El Prof. Plinio Corrêa de Oliveira insistía mucho en las conferencias que hacía acerca de la sociedad orgánica católica, que uno de los mayores males de la revolución industrial, fue acabar con la producción artesanal y la diversificación del trabajo. La producción en serie y en grandes cantidades fue no solamente rebajando la calidad de las cosas sino introduciendo de paso el igualitarismo, el resentimiento y el odio de clases. (1) Nada más doloroso y deprimente que un sastre, un carpintero, un pequeño comerciante o lo que se quiera, convertido en un proletario asalariado y sin autonomía, con alas e imaginación para volar por los cielos de la creatividad y la iniciativa, pero enjaulado en una monstruosa fábrica donde todo está ya programado y determinado.
Producción no en serie… |
Destruir los grados intermedios de la sociedad, de una institución o de una empresa, es ir contra el principio de la proporcionalidad, afirmaba Dr. Plinio, y es el peor error que se está cometiendo hoy día con muchas políticas de Estado. En últimas, lo que se está haciendo es instaurar una comunidad dividida en castas cerradas, con un soviet supremo endógamo, tiránico y totalitario, muy del estilo del fascismo y el nazi-comunismo o de las organizaciones sociales paganas como las de los aztecas, incas y mayas de América. Y esto se agrava todavía mucho más cuando en esa sociedad se expulsa a Dios de la convivencia humana.
En el mundo liberal que hoy vivimos -con algunos restos de sociedad orgánica patriarcal todavía- la clase media está constituida por gentes que vienen del sector obrero, empleados y campesinos que han ido ascendiendo generacionalmente a punta de trabajo honrado y perseverante y a la procura no solamente de comodidades sino de refinamientos. Pero también es muy frecuente encontrar en esta clase media, familias y personas que decayeron de su condición social a veces aristocrática y acomodada, para una situación económica precaria y difícil que los aparta necesariamente del ritmo de gastos y el nivel social que antes disfrutaba. Al suceder esto, terminan fusionándose y compartiendo status con gentes venidas de la rudeza y de la brusquedad de una condición social inferior pero queriendo ascender. Lo normal en ese encuentro en el que unos suben y otros bajan, es formarse una mentalidad donde la caridad fraterna cristiana bien entendida y dignamente llevada y orientada por un buen pastor en su parroquia, se debe hacer presente normalmente elevando la moral, las buenas maneras, el buen gusto y la alegría de vivir. Entonces se constituye una clase media robusta, digna, trabajadora que se convierte en motor del auténtico progreso.
Así, incluso en lo que las leyes de la economía llaman la «cadena de producción», todo mundo participa orgánica y libremente, manteniendo una sana individualidad que estimula la creatividad y la fraternidad amorosa cuando se practica la virtud cristiana verdadera. ¡Acabar con los intermediarios! Ha sido el grito revolucionario de estos dos últimos siglos, y dejar todo en manos de un Estado planificador o de un solo sector socio-económico que termina obrando arbitrariamente sin quién lo controle, casi siempre el poderosísimo sector financiero.
De hecho, es más de acuerdo con la naturaleza del trabajo humano, que hayan grandes, medianos, pequeños y asalariados conviviendo armónicamente unos con otros e interactuando y compitiendo en caridad y comprensión cristianas, como enseña el Evangelio.
El pequeño y mediano empresario es una verdadera escuela de talento y ejemplo para las generaciones: personalmente al frente de sus negocios, no necesitan publicidad porque son sus clientelas que les hacen la propaganda cuando la calidad de sus servicios y productos los respaldan, afirma Dr. Plinio. Ahí prevalece entonces la veracidad sobre los artificios de la publicidad pagada, que crea ilusiones para el consumo y muchas veces trae frustraciones, desilusiones y pequeños desengaños que van haciendo que el consumidor pierda la confianza en el sistema económico y esté preparado para dejarse arrastrar por la demagogia y el populismo anticristiano y ateo por lo general.
Por Antonio Borda
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(1) Revista DR. PLINIO, No. 13 Mayo de 2019, pag.22 ss.
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