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La Ascensión de Jesús, nuestra Esperanza

Redacción (Miércoles, 29-05-2019, Gadium Press) Con el título «La Ascensión del Señor, nuestra Esperanza», Mons. Antonio Carlos Rossi Keller, obispo de Frederico Westphalen en Brasil, escribió un artículo sobre la conmemoración litúrgica del próximo domingo 2 de junio, cuando la Iglesia conmemora la Ascensión del Señor.

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Publicado en el site de su diócesis, Mons. Keller tuvo la intención de preparar a los fieles de la Diócesis de Frederico Westphalen para el gran acontecimiento de la Ascensión del Señor.

Ascensión de Jesús, nuestra Esperanza

«La Ascensión de Jesús – al mismo tiempo que es un acontecimiento histórico testimoniado por cerca de quinientos discípulos – es una verdad de nuestra fe», así inicia él sus palabras para, en seguida explicar con la doctrina de la Iglesia:

«Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Entonces, el Señor Jesús, después de haberles hablado, fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Mc 16, 19). El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el momento de su resurrección, como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales de que, a partir de entonces, él goza permanentemente.

Pero, durante los cuarenta días en que va comer y beber familiarmente con los discípulos e instruirlos sobre el Reino, su gloria queda todavía velada bajo las apariencias de una humanidad normal.

La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad a la gloria divina, simbolizada por la nube también y por el cielo, donde a partir de entonces, está sentado a la derecha de Dios.

Solo de modo absolutamente excepcional y único es que se mostrará a Pablo, «como a un aborto» (1 Cor 15, 8), en una última aparición que lo constituye Apóstol (CIC, nº 659).

El Obispo de Frederico Westphalen continúa sus palabras recordando los cuarenta días después de la Resurrección:

«Jesús apareció varias veces a los Apóstoles, para confirmarlos en la fe de la Resurrección. Después los convocó para el Jardín de los Olivos – muy cerca del lugar donde agonizó en la noche de Jueves Santo – y se elevó a la vista de María, de los Apóstoles y de muchos discípulos.

La tradición venera el lugar donde comenzó a elevarse, hasta que una nube – símbolo de la fe – lo ocultó de las miradas de los presentes».

Motivo de esperanza

«Siendo una verdad de fe, la Ascensión de Jesús es también el motivo de nuestra Esperanza: por la misericordia del Señor, seguiremos este mismo camino hasta el Cielo».

Espíritu Santo

Mons. Keller destaca que: «Antes de subir al Cielo, Jesús hace una recomendación muy importante a los Apóstoles: que no comenzasen a evangelizar el mundo antes de recibir «lo Prometido del Padre», esto es, el Espíritu Santo».

A seguir, apunta una primera lección que podemos sacar para cada uno de nosotros:

«Nos recomienda también a nosotros que no intentemos ayudar a los otros en el camino de la Salvación sin buscar la ayuda del Espíritu Santo.

Cuando se trata de ayudar a las personas a mejorar – los padres a los hijos y todos los bautizados a sus semejantes – fácilmente nos convencemos de que se trata de una habilidad nuestra, creemos en la fuerza de nuestras palabras y olvidamos que solo el Espíritu Santo puede trabajar a las personas por dentro».

Apenas instrumentos del Señor

«La verdad es que somos apenas instrumentos del Señor, pues es Él quien hace cambiar el corazón de las personas. La ventana no es la luz, sino que le proporciona la ocasión de entrar e iluminar un aposento de la casa. De algún modo, es así nuestra cooperación en las cosas de Dios», dice Mons. Rossi Keller.

Encerrando sus comentarios, el Obispo de Frederico Westphalen todavía indica más lecciones que la Ascensión del Señor trae para la vida personal de cada uno para que ella pueda ser el «motivo de nuestra Esperanza» y que puedan ayudar a todos nosotros, «por la misericordia del Señor, seguir el mismo camino hasta el Cielo»:

«También en nuestra vida personal creemos demasiado en nuestras fuerzas. Hacemos propósitos en contar con Dios para nada, en la práctica. Por eso ellos quedan sin cumplirse muchas veces. Entreguémonos al Espíritu Santo, buscando querer lo que Dios quiere en nuestra actuación y pidamos la ayuda de la tercera Persona de la Santísima Trinidad, a quien está confiada nuestra santificación y la de las personas que deseamos ayudar. Habituémonos a rezar por las personas que nos están confiadas: los padres por los hijos y unos por los otros». (JSG)

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