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¿Dónde nace la devoción al Sagrado Corazón de Jesús?

Redacción (Miércoles, 05-06-2019, Gaudium Press) Junio es el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, una devoción que tiene sus orígenes desde los inicios del cristianismo cuando se meditaba en el corazón y costado traspasado de Cristo, que se narra en el Evangelio de Juan 19, 31-37:

«Los judíos, como era el día de la preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne- rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron».

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Imagen del Sagrado Corazón de Jesús que se halla en la Iglesia de St. Florian, Cracovia, Polonia.

Pero fue con Santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Orden de la Visitación, cuando la devoción al Corazón de Cristo toma fuerza y se expande por el mundo. Nuestro Señor se le apareció en varias ocasiones.

Una de ellas ocurrió en la octava de la fiesta de Corpus Christi en el año 1975, cuando Jesús le dijo: «He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres, que nada guardó, hasta agotarse y consumirse para testimoniarles su amor».

La misma santa explica en qué consiste el misterio de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, ella narró en sus escritos: «Jesús me mostró cómo esta devoción es, por así decirlo, el esfuerzo final de su amor, el último invento de su caridad ilimitada».

Margarita María de Alacoque también describe: «Me hizo ver, que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición (…) le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios».

Los pontífices también han prestado especial atención a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Lo hizo el Papa León XIII el 25 de mayo de 1899 con la Encíclica ‘Annun Sacrum’ sobre la Consagración del Género Humano al Sagrado Corazón de Jesús.

Allí señala: «Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona».

Pío IX, por su parte, presentó el 8 de mayo de 1928 la Carta Encíclica ‘Miserentissimus Redemptor’, sobre la expiación que todos deben ah Sagrado Corazón de Jesús. En ella escribió el pontífice sobre la necesidad de realizar actos de reparación al Corazón de Cristo:

«Si lo primero y principal de la consagración es que al amor del Creador responda el amor de la criatura, síguese espontáneamente otro deber: el de compensar las injurias de algún modo inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos vulgarmente reparación (…) Y si unas mismas razones nos obligan a lo uno y a lo otro, con más apremiante título de justicia y amor estamos obligados al deber de reparar y expiar: de, justicia, en cuanto a la expiación de la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y en cuanto a la reintegración del orden violado; de amor, en cuanto a padecer con Cristo paciente y ‘saturado de oprobio’ y, según nuestra pobreza, ofrecerle algún consuelo».

Asimismo, Pío XII en la Encíclica ‘Haurietatis Aquas’ sobre el culto al Sagrado Corazón de Jesús, que dio a conocer en mayo de 1956 en los 100 años en los que Pío IX instituyó a nivel universal la fiesta al Corazón de Cristo, recuerda las gracias alcanzadas con esta devoción: «Innumerables son, en efecto, las riquezas celestiales que el culto tributado al Sagrado Corazón infunde en las almas: las purifica, las llena de consuelos sobrenaturales y las mueve a alcanzar las virtudes todas».

La Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús se celebra todos los años el viernes posterior al segundo domingo de Pentecostés, este año tendrá lugar el 28 de junio.

Gaudium Press / Sonia Trujillo

 

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