Camerino – Italia (Domingo, 16-06-2016, Gaudum Press) El Papa Francisco ha realizado hoy una visita apostólica a la ciudad de Camerino, al noreste de Roma, población que resultó bastante afectada en el terremoto de 2016, particularmente el casco antiguo. Allí llevó el Pontífice su mensaje de aliento.
El Papa ofició una misa de la que destacamos algunos trechos de la homilía.
Teniendo presente casas en ruinas y lugares donde aún hay escombros, el Papa habló de la relación de Dios con los hombres:
«¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria? Dios que nos recuerda, Dios que sana nuestros recuerdos heridos ungiéndolos con esperanza, Dios que está cerca de nosotros para levantarnos desde dentro, nos ayuda a ser buenos constructores, consoladores de corazones». El Papa convocó a no dejarse abatir por la desesperanza, confiados en la ayuda de Dios.
El Papa recordó la promesa de Jesús, de que vendría el Espíritu Santo «el Consolador, el que no nos deja solos bajo las cargas de la vida. Es Él quien transforma nuestra memoria esclava en memoria libre, las heridas del pasado en recuerdos de salvación. Él hace en nosotros lo que ha hecho por Jesús: sus heridas, esas heridas feas talladas por el mal, por el poder del Espíritu Santo se han convertido en canales de misericordia, heridas luminosas en las que brilla el amor de Dios, un amor que se eleva, que resucita. Esto es lo que hace el Espíritu Santo cuando lo invitamos a nuestras heridas. Él unge los malos recuerdos con el bálsamo de la esperanza, porque el Espíritu Santo es el reconstructor de la esperanza».
Contrario a las esperanzas terrenales, que son pasajeras, la esperanza infundida por el Espíritu Santo es «de larga conservación».
El Pontífice continuó meditando sobre la acción del Espíritu Santo en nuestras almas:
«Él, que es Espíritu, entra en nuestro espíritu y así nos consuela desde dentro, nos trae la ternura de Dios dentro de nosotros. Con Dios, la carga de la vida no permanece sobre nuestros hombros: el Espíritu, a quien nombramos cada vez que hacemos la señal De la cruz, justo cuando nos tocamos la espalda, viene a darnos fuerza, a alentarnos, a soportar los pesos. De hecho, es un especialista en resucitar, criar, reconstruir. Se necesita más fuerza para reparar que para construir, para comenzar de nuevo que para iniciar, para reconciliarse que para ponerse de acuerdo. Esta es la fuerza que Dios nos da. Por lo tanto, el que se acerca a Dios no se derriba, comienza de nuevo, intenta de nuevo, reconstruye».
Con información de Vatican News
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