Ciudad del Vaticano (Martes, 02-07-2019, Gaudium Press) Durante la Misa celebrada en la Basílica Vaticana, en la mañana del sábado, 29 de junio, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, el Papa Francisco, refiriéndose a la búsqueda de la santidad, afirmó:
«La santidad no está en elevarse sino en humillarse: no es una subida en la clasificación, sino confiar día a día la propia pobreza al Señor, que realiza grandes cosas con los humildes».
Durante esa Misa el Papa bendijo los palios destinados a los treinta y un arzobispos metropolitanos nombrados en los últimos doce meses.
San Pedro y San Pablo
Durante la homilía de esa Misa que fue concelebrada por los nuevos arzobispos metropolitanos, Francisco destacó la figura de los dos apóstoles, columnas de la Iglesia que testimoniaron el Evangelio y fueron martirizados en Roma.
«Los Apóstoles, habiendo encontrado a Jesús y experimentado su perdón, testimoniaron una vida nueva: no escatimaron más, se dieron a sí mismos. No se contentaron con medias medidas, sino que adoptaron la única medida posible para quien sigue a Jesús: un amor sin medida», dijo el Pontífice recordando que:
Los dos apóstoles «aparecen a nuestros ojos como testigos. Nunca se cansaron de anunciar, vivir en misión, en camino, desde la tierra de Jesús hasta Roma. Y aquí llevaron su testimonio hasta el final, dando la vida como mártires».
Estos dos santos fueron testigos de vida, testigos de perdón y testigos de Jesús.
Testigos de vida
«Eran ambos de índole muy religiosa: Pedro, discípulo de la primera hora; Pablo, acérrimo defensor de las tradiciones de los padres. Pero cometieron errores enormes: Pedro llegó a negar al Señor; Pablo, a perseguir la Iglesia de Dios».
Jesús los llamó por su nombre y cambió su vida.
«Cuando nos consideramos mejores que los otros, es el principio del fin.
El Señor no realiza prodigios con quien se cree justo, sino con quien sabe que es necesitado. No es atraído por nuestra habilidad, no es por eso que nos ama. Él nos ama como somos, y busca personas que no se bastan a sí mismas, sino están listas a abrirle el corazón.
Pedro y Pablo se presentaron así transparentes delante de Dios».
«Soy un hombre pecador», dijo Pedro a Jesús y San Pablo escribe que era «el menor de los apóstolos, ni [era] digno de ser llamado Apóstol».
Y, el Papa recuerda que ellos se mantuvieron humildes hasta el final.
Testimoniaron el perdón, la fuerza de la misericordia
«Descubrámoslos, pues, como testigos de perdón»:
«En sus caídas, descubrieron la fuerza de la misericordia del Señor, que los regeneró. En su perdón, encontraron una paz y alegría irreprimibles.
Con el mal que hicieron, podrían vivir con sentimientos de culpa:
¡Cuántas veces habrá Pedro pensado en su negación!
¡Cuántos escrúpulos para Pablo, que hiciera mal a tantas personas inocentes! Humanamente, fallaron; pero encontraron un amor mayor que sus fracasos, un perdón tan fuerte que curaba hasta sus sentimientos de culpa.
Solo cuando experimentamos el perdón de Dios es que renacemos verdaderamente. Se recomienza desde aquí: del perdón».
Testigos de Jesús
Pedro y Pablo son sobre todo testigos de Jesús, dijo Francisco, recordando:
«Para el testigo, más que un personaje de la historia, Jesús es la persona de la vida: es el nuevo, no el ya visto; la novedad del futuro, no un recuerdo del pasado.
Por eso, no es testigo quien conoce la historia de Jesús, sino quien vive una historia de amor con Jesús.
Porque, en el fondo, lo que el testigo anuncia es apenas esto: Jesús está vivo y es el secreto de la vida».
Que testigos busca Jesús
Él busca testigos, que le digan día a día: «Señor, Tú eres mi vida».
Francisco recordó:
«Los Apóstoles, habiendo encontrado a Jesús y experimentado su perdón, testimoniaron una vida nueva: no escatimaron más, se dieron a sí mismos. No se contentaron con medias medidas, sino adoptaron la única medida posible para quien sigue a Jesús: la de un amor sin medida».
Francisco exhortó:
Los exhorto a pedir «la gracia de no ser cristianos tibios, que viven de medias medidas, que dejan enfriar el amor. Encontremos nuestras raíces en la relación diaria con Jesús y en la fuerza de su perdón.
Como a Pedro, Jesús te pregunta también a ti:
¿Quién soy Yo, para ti? ¿Me amas tú?
Dejemos que estas palabras penetren dentro de nosotros y enciendan el deseo de no contentarnos con lo mínimo, sino de apuntar para lo máximo: ser, también nosotros, testigos vivos de Jesús», exhortó el Papa.
Pastores: no viven para sí mismos, viven para las ovejas
Para concluir, Francisco se refirió a los palios.
Él destacó que el palio recuerda la oveja que el Pastor es llamado a cargar en los hombros: que, para poseer la vida, es preciso perderla, darla. (JSG)
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