Phoenix (Viernes, 19-07-2019, Gaudium Press) El Obispo de Phoenix, Estados Unidos, culminó una serie de artículos dedicados a reflexionar sobre la crisis de abusos en Estados Unidos y la adecuada respuesta de la Iglesia. En su último texto, que destaca el carácter de la Iglesia como Santa, pero con necesidad de purificación, el prelado expuso su visión sobre la sacralidad del sacerdote, llamado a ser un «Hombre de Reverencia».
«Sólo un sacerdocio imbuido de reverencia puede ser una fuerza para la reforma y renovación», afirmó Mons. Olmsted. Foto: Stefan Wise LC. |
La palabra reverencia no sólo se refiere a una adecuada vestimenta y actitud de respeto ante lo sagrado, expuso el Obispo. «En un sentido amplio, la reverencia es la virtud por la cual reconocemos el misterio en la creación, nosotros mismos, nuestros prójimos y, sobre todo, en Dios. La reverencia es una disposición fundamental de cualquier persona en busca del sentido más profundo de la vida. Es el reconocimiento humilde de que en la vida, hay más de lo que podemos ver y sentir y controlar.
La virtud de la reverencia permite que el hombre reconozca la superioridad de Dios, por lo cual es una virtud esencial para los sacerdotes. «La reverencia de ninguna manera implica una especie de escape espiritual en oración para evitar las luchas reales de la vida en un mundo caído. Implica simplemente tratar con ellas junto al Señor que ha venido a traer luz a incluso las zonas más oscuras de nuestros corazones y de la cultura», comentó Mons. Olmsted. «Lo que hemos visto en los escándalos de la Iglesia es una irreverencia trágica a Dios mismo, irreverencia al sacerdocio de Jesucristo y la irreverencia para los niños y las personas vulnerables».
Reverencia y renovación
En momentos de la historia en que se ha requerido un trabajo de renovación de la Iglesia, como la llevada a cabo por Santos como San Benito, San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena, San Felipe Neri y San Pío X, «fue un espíritu de verdadera y humilde reverencia a Dios y Su creación lo que permitió la renovación y la sanación», indicó el prelado. La inspiración dada a los Santos reformadores fue la solución a «tiempos de irreverencia a Dios y desprecio por Sus mandamientos».
«Sólo un sacerdocio imbuido de reverencia puede ser una fuerza para la reforma y renovación. Para llevar a personas al misterio del amor de Dios, un sacerdote debe primero estar de pie humildemente ante tal divino misterio», explicó Mons. Olmsted. «Nosotros los sacerdotes debemos traer tal disposición de reverencia a las cabeceras de los moribundos, a confesionarios, a los altares del sacrificio de Cristo, a los púlpitos y a nuestras interacciones diarias con Su rebaño, reconociendo a Dios quien se hace presente a Su pueblo».
De igual manera, el sentido de reverencia inspira respeto por el oficio, dignidad y misión del sacerdocio. «Sería una gran irreverencia tratar el sacerdocio como una ocupación simple o, como he dicho en anteriores columnas, como solamente un necesario papel funcionalista sin referencia al misterio de Dios», agregó el prelado. «Y sería mucho peor para el sacerdocio, incluso diabólico, ser manipulado y utilizado para el sometimiento del pecado contra los vulnerables. Aquí radica la razón por qué los más reverentes y fieles en la Iglesia sienten más profundamente el dolor de los escándalos».
La debida reverencia se manifiesta en un sacerdote que no se adueña de su ministerio, sino que «transmite humildemente lo que ha recibido». «El sacerdocio es mucho más que el ministro, es y debe tratarse siempre de Jesucristo», exhortó el Obispo. De igual manera, la reverencia se manifiesta en el respeto a las cosas sagradas y de modo particular con lo más sagrado de todo: el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. El sacerdote también guarda reverencia para con el pueblo de Dios, reconociendo el privilegio de servir a los demás, y tiene una sana reverencia de sí mismo para cuidar de su persona.
«Ruego que estas reflexiones hayan dado apoyo y aliento en estos tiempos turbulentos. Gracias por sus oraciones y su apoyo a mí y a nuestros sacerdotes», concluyó el prelado, quie culminó la serie de artículos sobre los escándalos de abusos. «La turbulencia de nuestro tiempo, aunque lo sentimos profundamente, no es tan grande como para dominar el amor que viene del Sagrado Corazón de nuestro Salvador. La virtud de la reverencia nos permite conocer esta verdad y permanecer en esa paz y seguridad».
Con información de The Catholic Sun.
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