Redacción (Martes, 23-07-2019, Gaudium Press) Let’s Sacrifice Toby: ‘Vamos a sacrificar a Toby’, o ‘Sacrifiquemos a Toby’… El cuadro lo completan, además de los niños de la escena sacrificial, un gato negro, y tres dados que muestran los números 9,9,9 o mejor el 666, el número del anticristo.
Las camisetas, se difunden por el mayor portal de ventas por internet del mundo. Las hay para adultos, y las hay también para niños, aunque el portal se cuide de exhibir para ellas modelos infantiles. Y hay otros esperpentos de esa serie.
Es un síntoma, y un buen observador sabe leer los síntomas.
No es sólo el síntoma de una época histórica que ya no sabe qué hallar para mover sus desvariadas emociones y producir en el hombre algo de placer-felicidad, y para ello recurre a las extravagancias más extremas, o a los deportes más extremos, o a las drogas más extremas. Eso es también. Pero lo que está ocurriendo es que el oscuro-autor de ese tipo de ‘placeres-extremos’ quiere ir mostrando que en el extremo-extremo de ese camino está él, y en el fondo, como ha sido siempre, quiere que los hombres lleguen al extremo de adorarlo a él.
Son comunes, por ejemplo, las historias de sacrificios rituales humanos en los pueblos de la antigüedad, y particularmente de sacrificios de niños. Por ejemplo, en los ‘civilizados’ incas «el sacrificio de niños, o capachoca, a Viracocha o a los diferentes huacas, parece haber sido una práctica más corriente, considerada como particularmente honorífica. Los niños eran escogidos en todo el Imperio, después conducidos a las metrópolis regionales o a Cuzco para allí ser sacrificados, por ejemplo al Coricancha en honor de las momias de las esposas difuntas de los Incas». 1 Dígase casi lo mismo y peor de los ‘civilizados’ aztecas, lo que ya es más sabido. Pero dígase también de los más ‘pacíficos’ chibchas, que arrojaban en los cimientos de sus casas a niños para ser aplastados y que sus espíritus cuidasen las nuevas moradas. O que arrojaban desde las alturas niños a los españoles para que quedasen engarzados en picas y alabardas y con ello alejar a estos nuevos ‘dioses’ que arribaban. Pero no hubo ritual que valiera en el caso de América: el nuevo Dios que se hizo Hombre, Jesucristo, expulsó los dioses-demonios e implantó su yugo suave y su carga ligera, para beneficio de los hombres.
Sí, tenemos presente lo que dice San Pablo: «Pero si lo que inmolan los gentiles, ¡lo inmolan a los demonios y no a Dios! Y yo no quiero que entréis en comunión con los demonios. No podéis beber de la copa del Señor y de la copa de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios» (1ra Cor 10, 20-21).
Al demonio le gustan las inmolaciones, y más las inmolaciones humanas, porque en ello busca estúpida pero sangrientamente imitar la inmolación del Cordero que se entregó al Padre por amor de todos nosotros. Y cuando se va apoderando de un alma o de grupos de almas, el demonio va sugiriendo y va consiguiendo esa inmolación. Es el aquelarre satánico de la sangre, en el que él puede desahogar en algo su odio contra Dios y la creación y expresar la rabia de su desdicha eterna.
T-shirts de rituales de inmolación humana, son T-shirts de una época histórica que va cayendo bajo el poder del maligno.
Pero el demonio se engaña si cree que Dios le dejó el terreno conquistado, y él sabe que no.
En muchos lugares se ve renacer a gran escala la devoción a la Virgen. Decía en obra reciente el sociólogo José Pérez Adán, que nunca en la historia la Virgen había sido tan visitada como ahora, refiriéndose a los santuarios marianos. En muchos países se ve un interés creciente por la fe cristiana, sobre todo en países de ‘periferia’, por ejemplo en África. Algo así como que los campos se están definiendo, algo que también dice Pérez Adán en «Sociología mariana».
¿Y yo? ¿En qué campo estableceré mis tiendas? ¿En el campo de Dios, o en el del demonio? Mejor en el campo de Dios, que sí da lo que promete y hasta 100 veces más. Pero para estar allí, hay una condición, casi que solo una: rezar, pedir, reconocer que sin Él no podemos hacer nada, pero con Él todo lo podemos, porque en Él somos fuertes. Pero no es nuestra la fuerza, sino la de Él, y esa fuerza la tenemos que pedir.
Sabemos que Jesús dijo «Procurad el Reino de Dios y su justicia y el resto se os dará por añadidura». Casi que podríamos parafrasear al Divino Salvador diciendo: «Pedid la ayuda de Dios y su fortaleza, que el resto se os dará por añadidura». Para no caer en las terribles garras sacrificiales de satanás, esas que sólo causan infelicidad.
Por Saúl Castiblanco
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1 Braunstein, F. Pépin, J-F. Les Grandes Civilisations pour les nuls. First Editions. 2015. p. 494.
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