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Alegrías del Cielo Empíreo

Redacción (Miércoles, 07-08-2019, Gaudium Press) En el día del Juicio Final, Nuestro Señor descenderá a la Tierra acompañado de la Santísima Virgen y de los Ángeles, y colocará a su derecha los justos y a su izquierda los que se van a condenar.

Lugar creado juntamente con los Ángeles

Entonces Él dirá a los que estén a su derecha: «¡Venid, benditos de mi Padre! ¡Recibid como herencia el Reino que mi Padre os preparó desde la creación del mundo!» (Mt 25, 34).

Ese Reino es el Cielo Empíreo que, según Santo Tomás de Aquino, fue la primera criatura en salir de las manos de Dios, junto con los Ángeles.

Escribe el teólogo francés Garrigou-Lagrange que el Cielo Empíreo «es el lugar y, mejor aún, el estado de la suprema bienaventuranza.
Si Dios no hubiese creado ningún cuerpo, sino apenas puros espíritus, el Cielo no sería un lugar, sin embargo, tan solo el estado es para los Ángeles que gozan de la posesión de Dios.

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«De hecho, el Cielo es también un lugar, en el cual están la humanidad de Jesús, desde la Ascensión, la Bienaventurada Virgen María, desde la Asunción, los Ángeles y las almas de los Santos». Y también San José en cuerpo y alma.

Habiendo sido conducido milagrosamente hasta el Paraíso, San Pablo se limitó a exclamar: «Lo que Dios preparó para los que lo aman es algo que los ojos jamás vieron, ni los oídos oyeron, ni corazón alguno jamás presintió» (I Cor 2, 9).

También el cuerpo de la persona que se salva será premiado

El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira comenta:

«La esencia de la felicidad celeste no está en el Cielo Empíreo, sino fundamentalmente en la visión de Dios cara a cara. Dios, puro espíritu, eterno, perfectísimo, inefable, cuya consideración nosotros tendremos eternamente y que constituye, Él sí, nuestra felicidad perfecta. […]

«¡Y si alguien va para el Infierno – que Dios nos libre! -, la justicia manda que él sea castigado en el cuerpo y el alma, porque es la persona entera que peca y debe ser punida. El cuerpo es instrumento del alma para la mayor parte de los pecados, y es bueno que el instrumento sea punido como es castigada el alma, autora del pecado.

«Entonces, a contrario sensu, es también conveniente que el cuerpo sea premiado cuando la persona se salva. Y Dios dispuso el Cielo Empíreo para que los cuerpos tengan allí su premio, junto con las almas.

«El alma se reúne al cuerpo por ocasión de la resurrección, y el cuerpo recibe numerosos deleites. Pero, al mismo tiempo, el alma tiene un deleite todavía mucho mayor, y conviene que sea mayor porque, de los dos elementos que constituyen al hombre, el cuerpo y el alma, esta es mucho más noble que aquel, sin ninguna comparación.»

Inteligencia y voluntad

¿Y qué viene a ser la visión de Dios cara a cara, o sea, la visión beatífica?

Explica Monseñor João Clá:

«El deseo natural de conocer y de saber se sacia con esta visión, pues nuestro entendimiento será elevado por la luz de Dios – el lumen gloriæ -, para ser capaz de comprenderlo de la forma más perfecta posible a nuestra condición.

«Y si en esta vida la noción de ciertas verdades nos trae alegría, ¿cuál será la felicidad originada por la dilatación de la inteligencia humana por un préstamo de la inteligencia divina?

«Con todo, el gozo celestial no sería completo si fuese restricto tan solo a atender los anhelos de la inteligencia. También la voluntad alcanza en él la plenitud de su satisfacción. El corazón tiene necesidad de amar y de ser amado, y nada produce tanta felicidad cuanto realizar ese ideal, aunque sea de modo pasajero.

«Cuando alguien a quien apreciamos mucho, sobre todo si es superior a nosotros en algún punto, nos dice «¡Yo te estimo mucho!», nuestro corazón se amplía por sentirnos amados. Como será inmenso nuestro júbilo cuando Dios nos diga: «¡Mi hijo, Yo te quiero mucho! Tanto que te creé, y fue mi amor que infundió en tu alma todo el bien existente en ella. ¡Ven, hijo mío! ¡Aquí estoy Yo para ser tu gozo eternamente!».

Gaudios que son símbolos de las perfecciones de Dios

Algunos estudiosos «llegan incluso a sustentar que, en ese Cielo Empíreo, los cuerpos tendrán sus funciones fisiológicas comunes, sin con todo – y de una forma misteriosa – producir cualquier especie de podredumbre.

«Pero, una vez que el estómago tiene placer en comer, el hombre se alimentará de manjares inigualables; una vez que los pulmones tienen gaudio en respirar, ellos respirarán los aires más límpidos que jamás sorbieron. Y así por delante, nuestro cuerpo tendrá alegrías inmensas, afines con los júbilos del alma inmersa en la visión beatífica.

«Los teólogos van más lejos en sus consideraciones. Para ellos, los propios Ángeles, que son puros espíritus, se harán notorios de algún modo al hombre resurrecto. Ocasionando determinados movimientos en el aire, modelando ciertas formas o produciendo colores y sonidos paradisíacos, ellos nos darán una idea de cómo son. A manera del músico que usa de un instrumento para transmitir al oyente una impresión, ellos, Ángeles, se servirán de aquellos elementos para deleitarnos.

«Y nada impide que imaginemos brisas o vientos, con frescores o misceláneas diversas, posando sobre nuestras pieles como satines, como sedas, como terciopelos. Y que nos den también alegrías rectas, virtuosas, símbolos de las perfecciones de Dios que nuestras almas estarán contemplando en la gloria eterna. Y en esa conjunción de gaudios tenemos una imagen de la felicidad perfecta.

«Todo eso, bien entendido, dentro de la más entera y absoluta castidad, dentro de la santidad más total correspondiente a cada uno en los varios grados de santidad existentes en el Cielo. Por tanto, con la alegría diáfana de la consciencia en orden, del deber efectivamente llevado a cabo, y después de la merecida purificación hecha en el Purgatorio.

«¡De manera tal que todo está pagado, todo perdonado, y sobre nosotros posa la mirada bondadosa y jubilosa de Nuestra Señora, la mirada tan poderosa de Nuestro Señor Jesucristo, la mirada del propio Dios Encarnado!»

Por Paulo Francisco Martos

(in «Noções de História Sagrada» – 204)
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Bibliografía

Cf. Suma Teológica. I, q.61, a.4.
GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Réginald. L’éternelle vie et la profondeur de l’âme. Paris: Desclée de Brouwer, 1950, p.283.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Convívio entre as almas no Céu Empíreo – I. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano XVI, n. 183 (junho 2013), p. 14-15.
CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. VII, p. 171.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. E seremos repletos de grandeza… In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano V, n. 49 (abril 2002), p. 16-17.

 

 

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