Redacción (Jueves, 22-08-2019, Gaudium Press) En aquel día solemne del Juicio Universal, después de anunciar a los justos que estuvieren a su derecha el Cielo como premio, el Redentor volverá sus divinos ojos para los que se encuentren a su izquierda y dirá: «¡Alejaos de Mí, malditos! ¡Id para el fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles!» (Mt 25, 41).
En Fátima, Nuestra Señora mostró el Infierno
Ese lugar de maldición, donde hay «fuego eterno», es el Inferno, tema muy silenciado o adulterado en nuestros días, pero de fundamental importancia. En Fátima, en la aparición del 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen mostró el Infierno a los tres pastorcitos.
Narra la hermana Lucía:
«Vimos como que un mar de fuego: sumergidos en ese fuego los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras, o bronceadas, con forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo para todos los lados, semejante al caer de las chispas en los grandes incendios, sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y desespero que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debe haber sido al deparar con esta vista, que di ese «¡ay!», que dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa».
El réprobo es expulsado de la Iglesia Católica
Muchísimo más terrible que el fuego y otros castigos análogos es la pena de daño, o sea, el réprobo es rechazado eternamente por Dios. Por tanto es expulsado de la Santa Iglesia Católica.
Afirma el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira:
«Cuando el alma es condenada al Infierno, queda expulsada de la Iglesia Católica Apostólica Romana. Y, a pesar de [yo] haber pensado en todos los horrores del Infierno, ninguna cosa me asustó tanto, cuanto la hipótesis de ser expulsado de la Iglesia Católica.
«Me pareció que sufrir todo aquello, pero continuar en la Iglesia, era mucho menos doloroso que no padecer nada y estar fuera de la Iglesia».
Otro punto muy importante a ser considerado es que el Infierno fue creado por Dios. Él «es causa primera de todas las cosas. Si Dios es el Creador del Cielo y de la Tierra, es también el Creador del Infierno. No hubo otro ser que haya creado el Infierno.
«Él es el motor primero de todas las cosas. Todas las cosas se mueven, en último análisis, por el movimiento comunicado por Dios. Por tanto, Dios – tal vez a través de los Ángeles buenos – está animando continuamente todos los tormentos del Infierno».
Trajes, ambientes, músicas
En nuestra vida debemos hacer todos los esfuerzos para amar a Dios y guardar sus Mandamientos y los de la Iglesia, pues de lo contrario seremos condenados al Infierno.
Precisamos evitar las ocasiones próximas de pecado, existentes no solo en las calles, en internet, sino hasta incluso en ambientes que deberían incentivar la moralidad, tales como las iglesias. Hay personas «que entran en el tiemplo sagrado no para rezar, sino para hacerse ver, provocar al pecado y llevar almas a la perdición eterna».
Entretanto no basta evitar el mal. Debemos buscar hacer el bien.
Cabe resaltar que en el Infierno hay cosas horrendas, «tinieblas […] llanto y rechinar de dientes» (Mt 25, 30).
En suma es el lugar de la fealdad.
Así, los trajes rasgados y manchados de propósito, los ambientes donde se busca lo feo y hasta lo hediondo, las músicas cacofónicas, estridentes, empujan a las personas para la rampa descendente cuyo punto terminal es el Infierno.
Mientras que las ropas decentes, construcciones como las grandiosas catedrales góticas, las músicas como el gregoriano, que expresan la pulcritud, nos ayudan poderosamente en la subida para el Cielo. Es lo que enseña el Libro de la Sabiduría: «Partiendo de la grandeza y belleza de las criaturas, se puede llegar a ver, por analogía, a su Creador» (Sb 12, 5).
Los réprobos se odian, se atacan y se maltratan entre sí
En el Infierno impera el odio.
«En el Juicio Final, cuando los réprobos fueren con sus cuerpos para el Infierno, estos no estarán sujetos a la ley de la gravedad. Y aquellas llamas harán las personas rodar, de una manera y de otra, en medio de las imprecaciones, de las maldiciones y de los odios recíprocos, porque ellos se odian, se atacan y se maltratan entre sí.
«Es la ciudad eterna del odio y el desespero. No habrá remedio para nada. ¡Nunca, nunca, nunca! ¡Y los condenados allí quedarán eternamente, eternamente, eternamente!»
El odio al bien, el orden, la jerarquía, que impulsa a los hombres a los mayores crímenes y toda especie de hediondeces, como se ve en el mundo actual, es una prefigura del Infierno.
En el Cielo reina el amor a Dios y de los bienaventurados entre sí. Y, en esta Tierra, los ambientes donde hay bienquerencia, trato ameno, respetuoso y sagrado, nos preparan para el Paraíso.
Roguemos a la Santísima Virgen que nos conceda la gracia de rechazar todo aquello que arrastra para el Infierno, y de amar lo que nos conduce al Cielo.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada – 205)
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CLÁ DIAS, João Scognamiglio, EP. Fátima, aurora do terceiro milênio. São Paulo: Takano Editora. 2. ed., 1998, p. 21-22.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. O Batismo: a porta do Céu! In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano XII, n. 135 (junho 2009), p. 12.
Idem. Os novíssimos do homem – II. In revista Dr. Plinio. Ano XIV, n. 154 (janeiro 2011), p. 14.
CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2014, v. III, p. 229.
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