Ciudad del Vaticano (Jueves, 22-08-2019, Gaudium Press) En 1910, San Pío X, Pontífice cuya fiesta se celebra el día 21 de agosto, cambió la que fue la disciplina del Sacramento de la Eucaristía durante siglos: permitió que los niños pequeños pudieran recibir la Santa Comunión, con la condición de que pudieran entender el sentido del Sacramento. Este hecho fue recordado por el redactor Philip Kosloski en una artículo para la plataforma católica Aleteia.
Una decisión de San Pío X permitió a incontables niños vivir los saludables efectos de la Sagrada Comunión. Foto: Angie Mendoza. |
La decisión fue comunicada en el decreto Quam Singulari, el cual estableció la edad mínima de la recepción del Sacramento en el momento en que los niños pueden hacer «uso de razón», es decir, a los siete años de edad. Su argumento principal se encuentra en el Evangelio mismo: «Las páginas del Evangelio muestran claramente cuán especial fue ese amor por los niños que Cristo mostró mientras estuvo en la tierra. Era su deleite estar en medio de ellos … Los abrazó; y los bendijo», expuso el Santo Pontífice en su decreto. «Al mismo tiempo, no le agradó que los discípulos los alejaran, a quienes reprendió gravemente con estas palabras: ‘Dejen que los niños vengan a mí y no los obstaculicen, porque de ellos es el reino de Dios'».
Cristo también elogió la sencillez e inocencia de los niños al ponerlos como ejemplo para todos sus seguidores. La Iglesia de los primero siglos permitía a los niños participar en la Eucaristía, por lo cual San Pío X decidió aplicar esta misma percepción en el inicio del siglo XX: «El hecho de que en la antigüedad las partículas restantes de las especies sagradas incluso se daban a los lactantes parece indicar que ahora no se debe exigir una preparación extraordinaria a los niños que están en el feliz estado de inocencia y pureza del alma , y quienes, en medio de tantos peligros y seducciones de la actualidad, tienen una necesidad especial de este alimento celestial», decretó el Santo Padre.
El Pontífice manifestó su esperanza en que permitir el acceso a la Santa Comunión «provocaría que los niños, incluso desde sus años tiernos, puedan unirse a Jesucristo , puedan vivir Su vida y obtener protección contra todo peligro de corrupción». Todas estas buenas razones inspiraron al Santo a abrir los tesoros del Cuerpo y la Sangre de Cristo a los más pequeños miembros de la Iglesia.
Con información de Aleteia.
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