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Redacción (Viernes, 30-08-2019, Gaudium Press) El 29 de agosto, en Polonia se recuerda al sacerdote mártir Dominik Jedrzejewski.
Dominik Jedrzejewski nació en Kowal, Polonia, fue el más joven de seis hermanos. Entró al seminario de Wloclawek y fue ordenado sacerdote el 18 de junio de 1911.
Sirvió en tres parroquias y fue capellán en una prisión, prefecto de una escuela local y se dedicó al trabajo con los jóvenes.
El 26 de agosto de 1940, fue preso por los alemanes y enviado al campo de Sachsenhausen.
En diciembre del mismo año, fue transferido al campo de concentración de Dachau, donde se negó a renunciar al sacerdocio a cambio de su libertad.
Muy debilitado por causa del duro trabajo que le impusieron, murió el 29 de agosto de 1942.
Fe viva, Esperanza inquebrantable, Caridad generosa
El 13 de junio de 1999, el Papa Juan Pablo II beatificó en Varsovia, Polonia, al P. Jedrzejewski, en una ceremonia que fue parte de la beatificación de un grupo de 108 mártires de la Segunda Guerra Mundial.
En la ocasión San Juan Pablo II, pronunció una homilía que asume especial actualidad por ser un llamado a la esperanza y la fidelidad a todos los hijos de la iglesia:
«La fe viva, la esperanza inquebrantable y la caridad generosa les fueron atribuidas de forma justa, porque ellos estaban profundamente arraigados en el misterio pascual de Cristo. Así, es con razón que exhortamos al seguimiento de Cristo en la fidelidad, a ejemplo de ellos», dijo el Pontífice.
Dieron la vida para poseerla en la Gloria
Continuó el Santo Padre en la ceremonia de beatificación:
«Precisamente hoy estamos celebrando la victoria de aquellos que, en nuestro tiempo, dieron la vida por Cristo, dieron la vida temporal para poseerla por los siglos en su gloria.
«Se trata de una victoria particular, porque es compartida por los representantes del clero y los laicos, jóvenes y ancianos, personas de varias clases y posiciones».
Certeza de que podemos obtener la victoria, gracias a Aquel que nos amó
El Papa además dijo:
«Si hoy nos alegramos por la beatificación de 108 mártires clérigos y laicos, lo hacemos sobre todo porque ellos son el testimonio de la victoria de Cristo, el don que restituye la esperanza.
«Mientras realizamos este acto solemne, en un cierto sentido revive en nosotros la certeza de que, independientemente de las circunstancias, podemos obtener la victoria plena en todo, gracias a Aquel que nos amó».
Creed que Dios es amor
Para concluir su homilía, San Juan Pablo II resaltó que «los beatos mártires gritan a nuestros corazones: ¡creed que Dios es amor! ¡Creed en Él, en el bien y en el mal! ¡Despertad la esperanza en vosotros! ¡Que esta dé en vosotros el fruto de la fidelidad a Dios en cada prueba! «. (JSG)
(De la Redacción de Gaudium Press, con informaciones de ACI-Digital)
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