Port Louis (Lunes, 09-09-2019, Gaudium Press) En la misa celebrada hoy de mañana, en el Monumento María Reina de la Paz, en las Islas Mauricio, el Pontífice meditó sobre las bienaventuranzas, y propuso el ejemplo del Beato P. Laval. Cerca de 100.000 personas acompañaron al Papa.
El Pontífice meditó sobre el texto evangélico de las Bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas «son el carnet de identidad del cristiano. Si alguno de nosotros se plantea la pregunta: ‘¿Cómo se hace para ser un buen cristiano?’, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que pide Jesús en las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas».
En ese sentido, Francisco rememoró el ejemplo de vida del P. Jacques-Désiré Laval, de quien afirmó que «el amor a Cristo y a los pobres marcó su vida de tal manera que lo protegió de la ilusión de realizar una evangelización ‘lejana y aséptica’. Sabía que evangelizar suponía hacerse todo para todos».
¿Cuál era el sentido de evangelización que tenía el P. Laval?
«Aprendió el idioma de los esclavos recientemente liberados y les anunció de manera simple la Buena Nueva de la salvación. Supo convocar a los fieles y los formó para emprender la misión y crear pequeñas comunidades cristianas en barrios, ciudades y aldeas vecinas, muchas de estas pequeñas comunidades han sido el inicio de las actuales parroquias. Fue solícito en brindar confianza a los más pobres y descartados para que fuesen ellos los primeros en organizarse y encontrar respuestas a sus sufrimientos».
Situación de los jóvenes
«Son los jóvenes los que más sufren, padecen la desocupación, les quita la posibilidad de sentirse actores privilegiados de la propia historia común», expresó el Pontífice. Por eso, «¡Ellos, nuestros jóvenes, son nuestra primera misión!».
El Pontífice se preguntó qué haría el P. Laval para enfrentar los problemas propios de hoy: «Para vivir el Evangelio, no se puede esperar que todo a nuestro alrededor sea favorable, porque muchas veces las ambiciones del poder y los intereses mundanos juegan en contra nuestra (…) En una sociedad así, se vuelve difícil vivir las bienaventuranzas (…) pero no podemos dejar que nos gane el desaliento».
El Papa invitó a la evangelización. «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida». Expresó que quien construye la Iglesia es el Espíritu Santo, en una convocatoria a escuchar su Voz.
Concluyendo la Misa, el Papa agradeció la acogida a las autoridades civiles y eclesiásticas de las Islas Mauricio, e invitó a los files a pedir a la Virgen «el don de la apertura al Espíritu Santo, de la alegría perseverante, esa que no se amilana, ni se repliega, la que siempre vuelve a experimentar y afirmar que «el Todopoderoso hace grandes obras, su nombre es santo».
Con información de Vatican News
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