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Unión de almas

Redacción (Miércoles, 11-09-2019, Gaudium Press) En la Santa Cena, donde fue instituida la Eucaristía, habiéndose Judas retirado para consumar su traición, Jesús dirigió a Dios Padre una oración la cual muestra los divinos deseos de su Sagrado Corazón.

Sentidos de la palabra «mundo»

Se trata de la Oración Sacerdotal de Nuestro Señor. Entre los evangelistas, apenas San Juan la consigna. Todas las preces del Redentor al Padre eterno tienen gran belleza. Pero esta tal vez sea la más bella y más admirable oración proferida por los adorables labios del Redentor.

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Refiriéndose a los Apóstoles, dice el Divino Maestro:

«El mundo los odió, porque ellos no son del mundo, como Yo no soy del mundo» (Jo 17, 14).

Explica Dr. Plinio Corrêa de Oliveira:

«En el lenguaje corriente, ‘mundo’ es el conjunto de toda la humanidad, o el globo en que vivimos. Sin embargo, ‘mundo’ trae consigo un sentido malo, él puede ser considerado como un reino de las tinieblas, que tiene satanás por príncipe».

Es en ese último sentido que Nuestro Señor emplea la palabra «mundo», como lo hace San Pablo:

«Nosotros no recibimos el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, que nos da a conocer las gracias que Dios nos prodigó» (I Cor 2, 12).

Y también el Apóstol San Santiago:

«¿No sabéis que el amor del mundo es abominado por Dios? Todo aquel que quiere ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios» (Tg 4, 4).

Atrofia de la razón

En el mundo de hoy los males son propagados, sobre todo, por internet el cual, además de obscenidades y monstruosidades, promueve acciones perjudiciales a la propia inteligencia.

«El hombre contemporáneo sufre frecuentemente de una sobreexcitación de los sentidos y de la imaginación, y de una atrofia de la razón. Le molesta fijar largamente la atención sobre un mismo objeto. La reflexión calma, lúcida, prolongada le parece fastidiosa. Fijar la atención, reflexionar son operaciones que implican en la primacía de la inteligencia sobre los sentidos. Y nosotros vivimos de lo contrario: del dominio de los sentidos sobre la inteligencia».

Sublime norma de la unión deseada por Nuestro Señor

En esa Oración sublime Nuestro Señor habla también de la unión que debe haber entre los Apóstoles «para que todos sean uno como Tú, Padre, estás en Mí y Yo en Ti» (Jo 17, 21a).

«El primer objetivo de Jesús es obtener del Padre esta unión para los Apóstoles y para toda la Santa Iglesia, lo más posible semejante a su análogo primario, o sea, a aquella existente en el seno de la propia divinidad. Es o que se verificaría poco tiempo después: ‘La multitud de los fieles era un solo corazón y una sola alma’ (At 4, 32).»
Las tres Personas Divinas son inseparables. «Luego, en la unidad del Padre con el Hijo, a la cual Jesús se refiere, está también el Espíritu Santo. Y es esta la sublime norma de la cohesión deseada por Nuestro Señor para todos los hijos de la Iglesia. […]

«¿Cómo podemos llegar a esa perfección? Haciendo desabrochar el insuperable elemento de unión que es la vida de la gracia, infundida a manera de semilla en el alma de todo bautizado.

«Quien cuida de hacerla desarrollar renuncia al pecado, principal causa de desunión entre los hombres; y en la observancia de los mandamientos ‘permanece en Dios, y Dios en él’ (I Jo 3, 24).»

Simbolismo del cuerpo humano

La Iglesia es el Cuerpo Místico del cual los católicos son miembros y Cristo es la Cabeza.

«No hay en el mundo material algo más adecuado para hacernos comprender la arraigada cohesión entre las varias partes de un todo cuanto el cuerpo humano, creado por Dios para simbolizar con precisión la altísima realidad de la Iglesia».

«Cuando un insecto nos pica, por ejemplo, es instintiva la reacción para proteger o aliviar el lugar afectado, sea este de importancia secundaria o primordial en el organismo. Aunque haya sido en la punta del dedo menor, o en uno de los párpados, la picada nos incomoda, pues nuestro cuerpo es una unidad, y lo que ocurre en una parte repercute en las otras.»

Sobre eso escribe San Pablo en su primera carta a los Corintios:

‘Si un miembro sufre, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es tratado con cariño, todos los otros se congratulan por él’ (I Cor 12, 26).
«También nosotros debemos amarnos unos a otros como hijos de la Iglesia, sintiendo que en cada uno está comprometido nuestro ideal».

Dar terrible golpe al demonio

A fin de obtener la verdadera unión entre nosotros, católicos, debemos luchar contra el demonio y los que traman la destrucción de la Iglesia, la cual es indestructible. Para que ese combate sea eficaz es fundamental el amor a la Cruz.
Afirma Dr. Plinio Corrêa de Oliveira:

«Algunas almas que se unan de modo fervoroso en torno de la Cruz de Nuestro Señor, junto a la cual se encuentra Nuestra Señora – que nos alcanza y nos distribuye las gracias de Dios -, esas almas así enteramente unidas tienen el don de dar un golpe en el demonio más terrible que las armas de todo un ejército. […]»

«Comprendamos como ese es un admirable poder que la Providencia nos concedió a nosotros, católicos y amigos de la Cruz. Puse aunque nos faltasen los recursos materiales, que nos negasen todos los medios de acción, o fuésemos perseguidos y lanzados en cárceles diferentes, pero permaneciésemos unidos en ese vínculo de almas, estaríamos combatiendo los adversarios de la Iglesia y de la Civilización Cristiana de modo extraordinariamente eficaz».

Que Nuestra Señora nos conceda la gracia de esa santa unión de almas, a fin de que el demonio sea aplastado y triunfe la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Por Paulo Francisco Martos? (en «Noções de História Sagrada» – 208)

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