lunes, 25 de noviembre de 2024
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¿Fin de los paraísos mundanos?

Redacción (Viernes, 13-09-2019, Gaudium Press) Entre tsunamis del pacífico y huracanes del caribe, los paraísos del mundo parece que comienzan a desparecer del ilusorio colectivo. Y cuando no son las catástrofes naturales, cada vez más frecuentes y encarnizadas, son esos derrames de petróleo o explosiones de reactores nucleares.

Ya prácticamente no pasa año sin que la noticia de una devastación meteorológica se nos presente por los medios de comunicación a veces con cierto amarillismo periodístico, pero al mismo tiempo cuidando de hacernos creer que bien pronto estará completamente solucionada la emergencia, y que cientos de toneladas de alimentos, agua y medicamentos de todos los países, se han puesto en camino para ayudar a los damnificados porque la filantropía liberal sigue vigente

La verdad propiamente dicha se distancia cada vez más de la cruel realidad: la recuperación tarda mucho y hoy día por ejemplo Nueva Orleáns todavía no regresó a la normalidad de antes del huracán Katrina. Pero lo más curioso es que el rescate de esas ciudades destruidas comienza primero por el sector turístico y mundano mientras la población civil es reducida a tiendas de campaña y largas filas para suministrarles apenas recursos de supervivencia. En aquella ciudad una de las primeras cosas que se hizo fue restablecer el Mardi Gras todavía con gente durmiendo en carpas.

Se hace prioritario abrir créditos bancarios, movilizar material para reconstrucción y poner en orden las calles y avenidas donde antes estaban los bares, hoteles, restaurantes y tiendas de lujo, simplemente porque ha sido golpeado precisamente el centro económico de aquellos lugares que viven principalmente del turismo a veces pervertido por el vicio y la lujuria. A lo que parece, la naturaleza se está ensañando precisamente con ese renglón de la economía mundial, que con mucha frecuencia apresura la aldea global igualitaria y vulgar, destruyendo lo más autóctono y representativo de cada región, pero además apartando vertiginosamente a la gente de Dios.

¿No puede ser eso tal vez un signo de los tiempos? El ocio y el libertinaje cada vez carcomen más la vida de la gente especialmente en el mundo Occidental donde la democracia representativa liberal, terminó cambiando de manera ruin la cultura y las costumbres morales de la cristiandad. Estamos cada vez más próximos de la decadencia total pero anestesiados la con telefonía móvil a mano y embelesados con internet. Sabido es que el hundimiento de la civilizaciones no la percibe la mayoría de sus habitantes y los imperios comienzan a derrumbarse poco a poco sin que haya poder humano que lo pueda detener. Se cayeron civilizaciones que al menos tenían una religión politeísta, que sus monumentos y construcciones eran de sólida piedra, granito y mármol, gobernadas con mano de hierro por sátrapas o una banda crimina de parientes en el poder. ¿Por qué no habría de caer entonces una civilización materialista y laica, construida con cemento armado, varillas de hierro fundido, acrílico y vidrio dependiendo completamente de la energía eléctrica? ¿Por qué no habrá de deshacerse una sociedad que tiende cada vez más a la anarquía y a hacer justicia con mano propia? O por decirlo mejor, ¿una civilización cada vez más cruel con el propio hombre y egocéntrica?

De las ayudas internacionales para las víctimas de catástrofes como la reciente en Bahamas, cada día se puede desconfiar más. La verdad es que lo que sucedió en Haití y en Puerto Rico es una muestra dolorosa de la corrupción humana: las ayudas fueron manipuladas para hacer prácticamente negocios y política con ellas dándole prelación a los más oportunistas. Pero lo más grave se está comenzando a sentir ahora, ya que los países ricos cada año se empobrecen porque se trabaja menos y se drogan más, y la opinión pública de ellos está viéndose avocada a resolver problemas políticos internos que atrapan su atención prioritariamente. Fácilmente va a llegar el día en que le importe un pepino lo que sucede a miles de kilómetros de sus países, y quizá se opondrá a que el dinero para su relax y entretenimiento se vaya a otra parte en ayudas humanitarias, cuando también sus mascotas son cada día más importantes y únicamente los que amen y se sientan iguales a los animales, son considerados verdadero prójimo.

Pero lo peor es el misterioso silencio de quienes tendrían autoridad para sacar enseñanzas de esas catástrofes y exorcizar esa mentalidad que se impone destruyendo la caridad cristiana. Proponer una regeneración moral, tomando consciencia de la maldad que nos circunda, que la muerte puede llegar de repente, que nada sucede por mera casualidad, y que siempre es mejor estar preparados espiritualmente para encontrarnos con Dios para siempre y sin retorno a este planeta, que algún día se nos acabará irremediablemente, como todo se acaba, como todo sucumbe, como todo se agota en este tierra de exilio.

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