lunes, 25 de noviembre de 2024
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El algoritmo que lee la personalidad on line y el libro de Churchill de mil páginas

Redacción (Lunes, 16-09-2019, Gaudium Press) La Conferencia inaugural del Congreso de Psicología en el que estuvimos recientemente fue mucho más interesante de lo que esperábamos.

Harto habíamos oído de Cambridge Analityca; pero nos hallábamos en el ‘imperdonable’ limbo psicológico de saber quién era Michal Kosinski, de quien se afirma que es el inspirador del método para trazar los perfiles psicológicos a través de Facebook, usado por Cambridge Analytica, para influir en las elecciones americanas de 2016. Asistimos a su exposición el miércoles pasado.

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Asume Kosinski los Big Five de OCEAN: Todos los seres humanos se pueden clasificar en función de cinco grandes factores de personalidad resumidos en el acrónimo OCEAN: O (de Openness, apertura o no a nuevas experiencias), C (de Conscientiousness, responsabilidad o no), E (Extraversion, extroversión o introversión), A (Agreeableness, amabilidad o no) y N (Neuroticism, estabilidad o inestabilidad emocional, medida en función de constructos como ansiedad o depresión).
Resumiendo, viendo las preferencias manifestadas en Facebook por un usuario, y aplicando un algoritmo, se podía saber su clasificación de acuerdo a los Cinco Grandes de OCEAN.

Es decir, si la persona compra tal tipo de cosméticos, o si la persona escucha tal tipo de música, o si la persona practica o no tal deporte, algo que puede ser conocido por la actividad registrada on line, se le puede ir clasificando de acuerdo a OCEAN, para hacer un ‘psicograma’, más o menos exacto, que después puede ser utilizado para proyecciones, para mercadeo, o para, tal vez, influirla como votante.

Decía Kosinski en la Conferencia que escuchamos, que sólo 100 likes de Facebook ya nos acercan muchísimo a la verdad del personaje que realizó los likes. Pero de acuerdo a otros medios, la verdad es más reveladora: con 70 likes en Facebook un algoritmo puede conocer mejor a la persona que un compañero de trabajo; con 150 mejor que los padres de esa persona…

Fascinante; siniestro también, por lo que recuerda a 1984 de Orwell.

Con relación al tema de las últimas elecciones americanas, Kosinski se defendió diciendo que a la hora de votar influyen muchos más factores que la mera personalidad. Pero también es cierto que si sabemos quién es quién…

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Desde hace rato esa obra nos ‘llamaba’ desde las estanterías de las librerías. Era un poco demasiado grande, son 1.000 páginas, y también con un precio por encima del promedio de los libros de ese estilo. Pero tras varias dudas, cedimos a la insistencia de los gritos silenciosos y lo terminamos adquiriendo, en la librería del aeropuerto de la misma ciudad del Congreso de Psicología. Es «Churchill» de Roy Jenkins, autor que fue ministro del Interior y de Hacienda de Inglaterra, lo que le da a su escritura el sabor de quien conoce el medio en que se mueve su biografiado. Además la investigación previa fue impecable, y la cultura del biógrafo, muy amplia.

Desde el inicio (sólo hemos leído 100 de las 1000 páginas) Churchill se revela como alguien muy matizado en personalidad, una personalidad que realmente va enriqueciendo el alma del lector, una personalidad que venía con mucha fuerza a pesar del poco contacto con su padre y también escaso con su madre. Una personalidad que no se puede limitar de manera ninguna a los Cinco Grandes de OCEAN, pues decir que Churchill era abierto a las nuevas experiencias, responsable, extrovertido, no amable, y estable emocionalmente, no es decir nada de este hombre lleno de energía, responsable pero a veces temerario, no particularmente amable, pero cuando quería encantador; abierto a las nuevas experiencias pero recopilador de todas las cosas buenas que dejaba la tradición, como por ejemplo la historia militar; estable hasta el extremo de tomar las peores decisiones con serenidad de espíritu, pero a veces inestable, de vivir depresiones que harían pensar al más afamado de los psicólogos.

Sólo llevamos 100 páginas, pero las 900 restantes se recorrerán bien rápido, pues ese libro es un gustoso bocado, más atrayente que cualquiera de esos trhrillers padronizados de los comics, de los superhéroes, de las películas de moda, con protagonistas ultra predecibles por lo planos, por lo poco ricos en personalidad.

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Acabamos de utilizar la palabra ‘padronizado’, y no podemos dejar de constatar, particularmente en la gente joven, una homogenización de sus psicologías, de sus personalidades, de manera tal que un centennial en Bangkok es muy similar a uno en Nueva York, Bogotá, o Cape Town. Porque están padronizados por la misma ‘cultura’, la del YouTube, el TV Cable, la ‘cultura’ del ‘continente digital’. Un habitante joven de nivel socio económico medio del continente digital, es mucho más clasificable por los Big Five que lo que sería ese mismo joven 100 años atrás. Nunca los jóvenes estuvieron expuestos a la misma información, formación y deformación, que lo que lo están los de hoy. Información que no propende propiamente por una cultura conseguida con esfuerzo, sino que es la ‘cultura’ llana, facilista, simplona y homogénea del hedonismo, cultura del mero placer que en el fondo impide desarrollar la verdadera personalidad.

Es claro que comparar a Churchill con un centennial, es un poco desproporcionado. Pero no tanto. Churchill comienza a adquirir cultura, porque nace y crece donde se cultivan ricas tradiciones familiares, se educa en colegios de alto nivel de exigencia, y particularmente porque desde joven, lejos de vivir pendiente de las modas banales del momento, fue un autodidacta enérgico, que sabía que tenía que profundizar en los conocimientos que no había adquirido si deseaba destacarse en la vida política de su nación, como después lo hizo. Es decir, detrás de Churchill hay esfuerzo acumulado, lo que no es tan común en la vida de los hedonistas centennial cibernéticos.

Y porque la ‘cultura’ hedonista va imperando, por eso la gente interesante va escaseando, el mundo se va haciendo aburrido.

Por Saúl Castiblanco

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