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Ciudad del Vaticano (Jueves, 05-11-2009, Gaudium Press) Benedicto XVI presidió en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, una misa en memoria a todos los cardenales y obispos de la Iglesia que fallecieron en el 2009. La ceremonia por los miembros del clero es tradicional en la semana después de la solemnidad de Todos los Santos y el Día de Finados.
La misa fue en memoria de los cardenales Avery Dulles, Pío Laghi, Stéphanos II Ghattas, Stephen Kim Sou-Hwan, Paul Joseph Pham Dình Tung, Umberto Betti, Jean Margéot y de números obispos y arzobispos que fallecieron el año pasado. En su discurso, el Santo Padre resaltó el testimonio de vida cristiana y sacerdotal dado por cada uno de ellos.
«Nosotros los recordamos con cariño y agradecemos a Dios el bien que hicieron. En estos venerados hermanos nuestros, reconocemos a los siervos citados en la parábola evangélica: siervos fieles cuyo patrón, al retornar de las nupcias, encontró despiertos y listos; pastores que sirvieron a la Iglesia garantizando al rebaño de Cristo los cuidados necesarios; testimonios del Evangelio, con diferentes dones y tareas, que demostraron prudencia y dedicación a la causa del Reino de Dios».
Benedicto XVI recordó a los fieles que «en nuestro camino no faltan dificultades y problemas, que hay situaciones de sufrimiento y dolor, momentos difíciles de comprender y aceptar. Todo eso, entretanto, adquiere valor y significado si es considerado en la perspectiva de la eternidad». Todo cristiano debe ser testimonio de vida eterna, dijo el Pontífice.
«La vida es una espera continua y atenta, una peregrinación rumbo a la vida eterna, o cumplimiento final que da sentido y plenitud a nuestro camino terrenal. Misteriosamente asociados a la pasión de Cristo, podemos hacer de nuestra existencia una oferta apreciada por el Señor, un sacrificio voluntario de amor».
«Al final, nosotros estamos en este mundo de paso», dijo Benedicto XVI, concluyendo su homilía.
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