Redacción (Jueves, 25-09-2019, Gaudium Press) Nos causa admiración analizar las antiguas obras de arte, sobre todo cuando elaboradas con técnicas desconocidas en nuestros días. Nos intrigan más todavía si ellas presentan figuras o escenas misteriosas que nos invitan a contemplarlas con el corazón, a fin de desvendar su significado.
En esa perspectiva, nos llama especial atención un conjunto de seis tapices de fines del siglo XV titulado ‘La dama y el unicornio’. Tejidos con hilos de lana y seda, de colores predominantemente azules y rojos, en ellos se refleja mucho la inocencia medieval y del sentido de lo maravilloso propio a aquella era histórica.
Las cinco primeras piezas de ese conjunto representan alegóricamente los sentidos corporales: audición, visión, tacto, olfato y paladar. En el centro de la escena siempre aparece una dama, ladeada por un león y un unicornio. En una de ellas, la vemos interpretar al órgano una melodía; en otra, sostener un espejo en el cual el mítico animal se contempla; en las restantes, posar la mano sobre su cuerno, sentir el aroma de flores ofrecidas por una criada, y servirse de las viandas que le son presentadas en una taza.
Más difícil de interpretar es el sexto de esos tapices, en el cual la dama deposita flores y joyas en un cofre portado por una criada. ¿Cómo revelar el significado de tal gesto?
Entre las muchas explicaciones dadas a lo largo de los tiempos, una especialmente nos agrada: la escena reflejaría la actitud virtuosa del alma humana delante de las solicitudes desordenadas de los sentidos. Y el lema que encima la carpa azul – A mon seul désir 1 – simbolizaría el deseo exclusivo por Dios, que lleva a la dama a renunciar a todo aquello que le pueda turbar el espíritu.
Al deshacerse de aquellos adornos, ella actúa con seriedad, serenidad y fortaleza. No demuestra cualquier aflicción ni la mínima necesidad de arrepentimiento. Uno diría que nunca estuvo intoxicada por la lujuria. Evoca así a la Virgen Santísima, modelo impecable de pureza, cuya voluntad nunca se gobernó por la sensibilidad, sino siempre por los altísimos designios del Creador.
A la derecha de la dama vemos un león, imagen del combate contra nuestras pasiones desordenadas y malas tendencias. A su izquierda se encuentra el unicornio, con el cual ella intercambia su mirada.
Enriquecedor el analizar este legendario animal bajo la perspectiva mística de la Beata Ana Catarina Emmerick. En una de sus revelaciones, ella lo describe como extraordinario y muy atractivo, capaz de subir a los más elevados montes. Afirma ser benévolo y pacífico, pero muy reservado y esquivo, bien como tener el don de inculcar respeto hasta en los animales brutos y venenosos, los cuales le prestan reverencia y ayudan a protegerlo. «En los lugares donde él pace o bebe, todo elemento venenoso desaparece».2
Según una antigua leyenda, este animal sublime y fugitivo se siente atraído apenas por las más puras vírgenes, en cuyo regazo reposa confiado y complacido. De acuerdo con la vidente de Münster, eso simboliza algo superior: «que la carne de Jesús salió, pura y santa, solamente del seno de la Santísima Virgen María. […] En Ella fue vencido lo que era invencible; […] En Ella la humanidad rebelde fue derrotada y tornada pura. En su regazo se desvaneció el veneno de la tierra».3
Delante de las realidades expresadas en este hermoso simbolismo nada hay que temer. ¡Quien a María recurre jamás será confundido! Por medio de Ella obtendremos fuerzas para someter a nuestros instintos desordenados. Y, aunque estemos alejados de Nuestro Señor, en Ella purificaremos nuestras faltas y le seremos agradables.
Por la Hermana Daiana Reis Lima, EP
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1 Del francés: «A mi único deseo».
2 BEATA ANA CATALINA EMMERICK. Visiones y revelaciones completas. 2.ed. Buenos Aires: Guadalupe, 1953, t.I, p.603.
3 Idem, ibidem
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