Redacción (Jueves, 03-10-2019, Gaudium Press) Un día después de que la Iglesia conmemorara al Ángel de la Guarda puede surgir una pregunta que no es desproporcionada y ni irrespetuosa: ¿Jesús tuvo un Ángel de la Guarda?
A partir del episodio evangélico en que Nuestro Señor Jesucristo es consolado por un ángel en su abandono y atroces sufrimientos espirituales sufridos en Getsemaní durante la Oración del Huerto, Santo Tomás de Aquino buscó aclarar esa interrogación posible.
También otros insignes autores tratan de esa cuestión que surge todavía en diferentes trechos de las Escrituras.
Cada hombre tiene su Ángel de la Guarda
Es doctrina bien conocida que todo hombre tiene un ángel de la guarda. ¿No sería raro, pues, que surgiese la siguiente indagación: el propio Nuestro Señor Jesucristo, siendo al mismo tiempo Dios y hombre – es este el misterio de la Encarnación – tuvo también un ángel de la guarda?
Los ángeles nada tenían que enseñar a Jesús
Los ángeles son, en relación a nosotros, como hermanos mayores encargados por el Padre común de conducirnos rumbo a la Patria Celeste.
Ellos tienen la misión de guiarnos y de remover, en misteriosa medida, los obstáculos del camino.
Su «custodia» o «guardia» no consiste en una actividad de asistencia y de defensa ejercida por un subalterno.
Esa «Guardia», consiste en una especie de tutela protectora que se adapta a nuestra libertad humana y que será tanto más eficaz cuanto más en ella nos apoyamos con confianza y buena voluntad.
En esas condiciones, se ve que Nuestro Señor no podía tener un ángel de la guarda propiamente dicho.
La principal ocupación del ángel de la guarda, nos dice Santo Tomás, es iluminar nuestra inteligencia:
«La guardia de los ángeles tiene como efecto último y principal la iluminación doctrinal» (Suma Teológica I, q. 113, a. 5, ad 2).
Ahora, Nuestro Señor, incluso en su ciencia humana, no tenía como ser iluminado por los ángeles.
Los conocimientos de Jesús
Los teólogos reconocen tres especies de ciencia en la santa alma de Jesucristo, en su vida mortal: la ciencia de la visión beatífica, la ciencia infusa y la ciencia adquirida.
Por las dos primeras, Él sobrepasaba en profundidad y extensión de saber cualquier criatura, sin excepción: «Dios hizo su Cristo tanto más superior a los ángeles» (Hb 1, 4). Bajo ese doble aspecto, los ángeles nada tenían para enseñarle.
Cuanto a la ciencia adquirida o experimental, que progresó en Nuestro Señor con la edad, Cristo no tenía necesidad del socorro de los ángeles para instruirlo sobre los diversos objetos que se ofrecían a sus sentidos en el gran libro del universo.
Para Jesús, era conveniente el servicio de los ángeles
Entretanto, y aunque Nuestro Señor tuviese pleno poder sobre el universo entero, convenía que los ángeles le sirviesen, pues él había querido asumir la condición humana, que normalmente está asistida por los ángeles.
Además, siendo él el rey del Universo es importante que los ángeles lo reconozcan como tal.
La solución de Santo Tomás de Aquino
De acuerdo a Santo Tomás, Nuestro Señor no tuvo un ángel de la guarda en el sentido estricto de esa expresión.
Entretanto, diversos textos de la Escritura (Lc 2, 13; Mt 4, 11; 26, 53) parecen indicar que el Señor tuvo no solo un ángel, sino una falanje de espíritus angñelicos ligados a su servicio y asistencia.
«No era de un ángel de la guarda, en cuanto superior, que Él necesitaba; sino de un ángel que lo sirviese com inferior. De ahí lo que se dice en el Evangelio de Mateo (4, 11): ‘Se aproximaron los ángeles que lo servían'» (Suma Teológica I, q. 113, a. 4 ad 1).
(Tomado, con adaptaciones, de L’Ami du Clergé, nº 50, 1911, p. 1111-1113.)
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