Redacción (Lunes, 14-10-2019, Gaudium Press) Viajando, hace unas semanas, a la ciudad de Guatemala, me sorprendió un enorme cartel con el dicho que titulé este artículo: «El celular te puede matar». ¡Vaya propaganda de advertencia! Es claro que, apenas pasado el primer pensamiento, uno se da cuenta que es una enseñanza, por un lado, y una advertencia, por el otro, para que las personas no cometan la tan acostumbrada imprudencia de estar manoseando su celular mientras maneja.
¿Cuál ha sido «el primer pensamiento» que me vino a la mente en ese momento? En un rápido pasar de ideas, de informaciones, de situaciones que estamos viendo a todo momento, me hizo reflexionar la frase: «El celular te puede matar».
Exageración, podrá decir uno. Serán casos extremos, fuera del común vivir de los hombres y mujeres que, a todo momento, en todo lugar o situación, están con…su celular en la mano.
Bueno, en el mundo hay exageraciones, también investigaciones y resultados, que pueden ser consideradas como válidas o completamente fuera de la realidad. Penetremos en este mundo a ver qué concluimos.
En un estudio de la Universidad de Utah, los psicólogos David Strayer y Jason Watson señalaron que «la posibilidad de un accidente automovilístico puede ser tan alto para aquellos que, mientras conducen, hablan por teléfono o mandan mensajes de texto, como para conductores que habían tomado más alcohol del permitido por la ley». El resultado certifica que distinguen menos de la mitad de los detalles y situaciones que se les presentan, debido a lo que califican de «ceguera atencional». Quedaba patente que detectaban la mitad de los estímulos y tenían un tiempo de reacción más lento a las luces de freno del carro de adelante, según nos relata Facundo Manes neurólogo y neurocientífico (El País 21-12-2015). Es una «muerte» parcial la que se produce, no tan lejos de la fuerte frase del cartel que me impactó. Pero, ¿será sólo eso?
Otro fenómeno que ocurre, en la línea de «muerte» es lo que están llamando neurólogos como «demencia digital». Con los años nos acontece – y no pocos lo dicen -, que se retienen menos los números de teléfono, las fechas de cumpleaños, las direcciones, las citas que nos comprometimos. En los días de hoy, eso se ve también en los jóvenes. Lo consideran un trastorno cognitivo, fruto de que todo, teléfonos de contacto, agenda, notas ayuda memoria, reloj, lo guardamos en el celular. Más aún, si tenemos una duda, o queremos saber algo, lo «googleamos», como se dice vulgarmente. Todo a mano inmediatamente, con sus consecuencias.
Manfred Spitzer, psiquiatra y neurocientífico alemán, expone en su libro «Demencia digital» ejemplos cotidianos, donde pretende demostrar cómo, el uso de nuevas tecnologías, afectan nuestro cerebro sin que nos demos cuenta.
Según Spitzer, si utilizamos nuestro cerebro, este crece, pero si no se utiliza, se atrofia. No solamente ocurre la pérdida de la memoria con la edad; en realidad, debido a la falta de ejercicio del cerebro, que ha sido suplantado por las tecnologías, provocaría -según esta teoría- la «demencia digital».
Hay una repercusión en la capacidad cognoscitiva, sea la concentración, la atención, el lenguaje, la agilidad visual, la memoria, etc., lo que algunos llaman de «efecto Google». Vivimos sobrecargados de información, pero la misma, dice el psiquiatra, no es conocimiento, el «Google no es parte del conocimiento». La información quedará en la «nube», no en nuestra inteligencia (El Mundo, 28-10-2016).
Morir físicamente o «morir» psicológicamente, es grave; dejar morir a otro, también llena de preocupación. Una expresiva viñeta, titulada singularmente «sociedad del espectáculo», mostraba el brazo de un hombre ahogándose, pidiendo auxilio, de un lado; del otro, en tierra firme, unas cinco personas filmando el momento con su celular. ¿Una realidad? ¿Una mera caricatura de algo que no ocurre?; pues, hace pocos meses hemos tenido oportunidad de leer la triste noticia de un avión ruso que aterriza de emergencia, prendiéndose fuego la parte trasera del mismo. Un pasajero optó por filmar, con su celular, el interior del avión antes de saltar por la puerta de emergencia delantera, aparecen llamas y se oyen los gritos de terror de los que no pudiendo salir; quedarían calcinados 41 pasajeros… (El país, 6-5-2019).
El celular nos puede matar, si manejamos y cometemos la imprudencia de usarlo en esa circunstancia. El celular nos puede matar dejándonos «dementes digitales», si no lo usamos con moderación. El celular de otros nos puede «matar», dejándonos morir, si filman nuestros últimos momentos, en vez de socorrernos.
Otra reciente noticia – que nos hace ponderar y hasta dar risa – es un modelo de representación corporal en 3D, creado por la empresa de sistemas telefónicos virtuales «Toll Free Forarding»; mostrando cómo podrían evolucionar las características físicas del ser humano obsesionado por las tecnologías hacia el 2100. El prototipo, que le pusieron de nombre «Mandy», aparece en una posición que no es tan alejada de tanta gente que vemos a nuestros alrededores. Acabará teniendo la espalda encorvada, mano con la forma de agarrar el celular, el cuello se encogería, y … un cerebro más pequeño. (El Horizonte, México, 24 septiembre 2019).
¿Será sólo una posición física? Más grave aún lo considera el psicólogo alemán Spitzer afirmando que, de continuar esta tendencia, muchos jóvenes adictos digitales no serán inteligentes y tendrán un perfil más deprimido, más solitario, más insatisfecho con la vida. Advierte que, la sobreutilización de las tecnologías digitales a edades tempranas derivará en demencia en la vejez: «porque el cerebro no ha sido entrenado. Si no adquieren determinadas capacidades a los 20 o 25 años no las adquirirán nunca» (El Mundo, 26-10-2019). Usemos con mesura y dominio las redes; que no nos suceda de caer en la llamada: «esclavitud digital».
(Publicado originalmente en La Prensa Gráfica de El Salvador, 13 de octubre de 2019)
Por el P. Fernando Gioia, EP
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