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Arzobispo de Salvador, Brasil, celebra primera Misa dedicada a la Santa Dulce de los Pobres

Roma (Martes, 15-10-2019, Gaudium Press) Centenas de fieles brasileños devotos de Santa Dulce de los Pobres se reunieron en la Basílica de Sant’Andrea Della Valle, en Roma, para participar de la primera Misa dedicada a la nueva santa brasileña.

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La celebración ocurrió en la mañana del lunes 14, siendo presidida por el arzobispo de Salvador, Mons. Murilo Krieger y concelebrada por diversos obispos y sacerdotes, entre los cuales se destacaron el Mons. Tommaso Cascianelli, obispo de Irecê, que fue director espiritual del Ángel Bueno del Brasil.

De entre las autoridades presentes en la ceremonia se destacan el vice-presidente del Brasil, General Hamilton Mourão; el prefecto de Salvador, Antonio Carlos Magalhães Neto; el postulador de la causa de la Hermana Dulce, Paolo Vilotta; la superintendente de las Obras Sociales Hermana Dulce (OSID), Maria Rita Pontes; y el Sr. José Maurício, quien fue objeto de un milagro intercedido por la nueva santa.

En su homilía, Mons. Murilo resaltó que una de las características más resaltantes de Santa Dulce de los pobres fue la caridad. «Hermana Dulce recorría las calles de Salvador en busca de pobres. El Ángel bueno de Bahía tenía el cuerpo frágil, la voz débil y la mirada bondadosa para dedicarse a todos los necesitados», afirmó.

Agradeciendo por la canonización de la primera santa brasileña, el prelado exhortó a los fieles a que aprendan las lecciones de la Hermana Dulce, «lecciones de simplicidad, de humildad, de servicio al prójimo y de dedicación total al Reino de Dios».

«La canonización viene a recordarnos que la práctica de la caridad es una de las misiones más esenciales de la Iglesia. La Hermana Dulce era amiga de los más necesitados y tenía el corazón mayor que las miserias humanas», afirmó.

Concluyendo, el Arzobispo de Salvador, destacó que Santa Dulce «no atendía a los necesitados por obligación, sino como consecuencia de su Fe. Cuanto más necesitados acogía, más necesitados descubría. Jesús dejó su corazón inquieto. Ella, a su vez, pasó a inquietar el corazón de los otros. Y no demoró en descubrir la importancia de multiplicarse, de organizarse, de programar la caridad para atender el mayor número de necesitados». (EPC)

 

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