Filadelfia (Martes, 22-10-2019, Gaudium Press) Las autoridades de Filadelfia, estados Unidos, anunciaron su propósito de abrir en la ciudad una institución encargada de suministrar «inyecciones seguras» a drogadictos con el fin de limitar el contagio de enfermedades asociadas a las malas prácticas de los consumidores de estupefacientes. Pero para el P. Douglas McKay, un sacerdote con amplia experiencia en el servicio caritativo a personas con adicción, la idea dista mucho de ser una solución: en realidad llegaría a ser una forma de eutanasia.
P. Douglas McKay, fundador y Capellán de Our House Ministries. Foto: Emily Scott |
«Es una forma de matar a aquellos con adicción, una forma de doparlos y ‘protegernos’ de ellos», lamentó el sacerdote fundador y Capellán de Our House Ministries, una institución que ofrece hogares de recuperación, apoyo espiritual y grupos de apoyo para quienes desean dejar el vicio de las drogas. Por su experiencia de primera mano con la devastación causada por las drogas, el sacerdote explicó que iniciativas como los sitios de inyecciones «seguras», simplemente «proporcionan una muerte más lenta a las personas que ya están muriendo».
El motivo de fondo del rechazo del sacerdote parecería de sentido común, pero el P. McKay se ve obligado a recordarlo. «Estas personas no necesitan más drogas; esa es la causa de su enfermedad», declaró el sacerdote a Catholic Philly. «Estás envenenando sus cerebros y haciéndolos más enfermos, cuando necesitan ser sanados».
El P. McKay afirmó que conoce a miles de personas que han fallecido por abuso de sustancias, entre las cuales se encuentra uno de sus propios hermanos, quien falleció a los 30 de edad en una casa de adictos de crack, justamente mientras se inyectaba el fármaco. Durante la crisis de opioides en Estados Unidos y por su ministerio en medio de los adictos, el sacerdote afirma que preside en promedio dos funerales por semana de personas que fallecen por sobredosis.
Si bien reconoció que pueden haber personas de buenas intenciones que apoyan la idea de los sitios de inyección segura, alertó que la existen de esas instituciones priva a los adictos del «momento de la verdad» en el cual son conscientes del daño que les causa su comportamiento. El acompañamiento en el momento del consumo de drogas «les quita la oportunidad de reflexionar lo suficiente» en opinión del sacerdote y crea condiciones en las que los adictos mantienen su dependencia. «Sin ese paso, no hay un segundo paso».
Los datos de Insite, el sitio de inyecciones «seguras» que opera en Canadá y que inspira el proyecto de Filadelfia, ratifican la opinión del sacerdote. De un total de 3.6 millones de usuarios que han empleado las instalaciones para consumir drogas, sólo el 1.3 por ciento ha buscado un tratamiento clínico para vencer su dependencia. «Los estás viendo inyectarse veneno, y salen desmoralizados y deshumanizados, al igual que las personas que los observan y promueven los sitios», expresó el P. Mc Kay. ¿Realmente nos preocupamos por ellos, viéndolos inyectarse?»
Con información de Catholic Philly
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