Ciudad del Vaticano (Miércoles, 23-10-2019, Gaudium Press) En la Audiencia General realizada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó lo tratado en el primer Concilio, el llamado de Jerusalén, en el que «los Apóstoles y los Ancianos» analizaron la necesidad de prácticas antiguan judías para alcanzar la salvación.
«En Antioquía de Siria, donde por primera vez los creyentes fueron llamados cristianos, Pablo y Bernabé inician el primer viaje misionero. En las diferentes comunidades, de la predicación del Evangelio en las Sinagogas de la diáspora se pasó al anuncio a los paganos, que Dios también llama a la fe. Esta novedad de apertura a otros que no eran judíos, desencadenó una controversia: algunos judíos afirmaban la necesidad de la circuncisión para la salvación. Para resolver esta cuestión, recurrieron a la «Asamblea de los Apóstoles y de los Ancianos», y tuvo lugar el así llamado «Concilio de Jerusalén», en el que se afrontó la relación entre la fe en Cristo y la observancia de la ley de Moisés. Pedro y Santiago, columnas de la Iglesia Madre, invitaron a no imponer la circuncisión a los paganos que se convertían a la fe, sino sólo a que rechazasen la idolatría y todas sus expresiones, pues sólo la gracia del Señor Jesús es causa de salvación», dijo el Papa.
El Pontífice recordó igualmente que estos viajes de los apóstoles comienza a raíz de una fuerte persecución de la que escapaban, pero esa persecución, en vez de detener el proceso evangelizador, se volvio una «oportunidad» para llevar la buena semilla de la Palabra a múltiples lugares.
«Los cristianos no se asustan»: debieron huir, sí, pero «con la Palabra», propagándola «un poco por todos lados».
Ya en el Concilio de Jerusalén, el Papa afirmó que San Pedro y Santiago, «columnas» de la Madre Iglesia, «invitaron a no imponer la circuncisión a los paganos, sino a pedirles sólo que rechacen la idolatría y todas sus expresiones»: una invitación que fue acogida por el Concilio de Jerusalén, enseñando así a los siglos futuros, el camino de afrontar las divergencias y buscar «la verdad en la caridad» (Ef 4, 5), todo bajo la tutela del Espíritu Santo.
Es el Espíritu Santo, el que «ayuda a superar las cerrazones y las tensiones, y trabaja en los corazones para que logren la unidad en la verdad y en el bien, para que alcancen la unidad».
Con información de Vatican News
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