Redacción (Sábado, 02-11-2019, Gaudium Press) La Iglesia conmemora, es decir recuerda hoy, a los fallecidos que aún no han llegado al cielo, que están purificándose un tiempo en el purgatorio, pero que ya tienen asegurada la salvación. Los conmemora, para que recordándolos ofrezcamos nuestras oraciones y sacrificios por ellos, especialmente la Santa Misa.
Como estamos en una época en que muchos católicos creen lo que quieren y no lo que la Iglesia enseña, recordemos las verdades fundamentales de esta celebración de hoy.
Después de morir, realmente no morimos en el sentido de desaparecer, sino que lo que ocurre es que el alma se separa del cuerpo. Pero el principio vital de nuestra existencia, que es el alma, continúa vital, continúa con vida, y por eso la muerte no es sino un espejismo, que terminará de deshacerse cuando al final de los tiempos nuestras almas se re-unan a nuestros cuerpos.
San Nicolás y almas del purgatorio Talla en el convento de los agustinos, en Quito |
Sin embargo, no todas las almas de los muertos van al mismo sitio: unas van al infierno, otras van al cielo y otras al purgatorio, que son las que recordamos hoy, día de los fieles difuntos.
A pesar de negada por multitud de herejes, la existencia del purgatorio es de fe divina expresamente definida. Dice el Concilio II de Lyon que los cristianos «creemos que… los que verdaderamente arrepentidos murieron en caridad antes de haber satisfechos con frutos dignos de penitencia por sus comisiones y omisiones, sus almas son purificadas después de la muerte con penas purgatorias» (Denz. 464).
Realmente, «existe el purgatorio, un estado en el que las almas de los que murieron en gracia de Dios con el reato de alguna pena temporal debida por sus pecados, se purifican enteramente antes de entrar en el cielo». (1)
¿Lugar llamado purgatorio?
No es necesaria la existencia de un lugar llamado purgatorio, pues las almas separadas del cuerpo no ocupan espacio. No obstante, la tradición cristiana -que muchos por estos días se dedican a menospreciar cuando no a vilipendiar- ha concebido el purgatorio «como una especie de prisión donde las almas quedarían en cierto modo ‘encadenadas’ por la justicia vindicativa de Dios. Según el cardenal Billot, la existencia de ese lugar -lo mismo que los del cielo y el infierno- ‘responde a un sentimiento de los Padres [de la Iglesia] y de los teólogos, del que nadie puede apartarse sin gran temeridad». (2)
¿Por qué rechazar a priori este ‘encadenamiento a un lugar’ sugerido por la tradición cristiana, cuando lo característico del purgatorio es el castigo, y estar sujeto a un sitio es contrario al deseo de un alma que lo que quiere es estar con Dios?
¿El castigo? Sí el castigo en el purgatorio, que fundamentalmente consiste en dos penas.
Las penas del purgatorio
Está la pena de dilación de gloria, es decir, un aplazamiento de la visión beatífica, de la que solo gozarán cuando salgan del purgatorio y puedan ver a Dios cara a cara.
Y la pena de sentido que es el «castigo de los goces ilícitos de los bienes creados [los bienes de esta tierra] que se permitieron [los hombres] durante su permanencia en el cuerpo mortal». (3) Esta pena la han asimilado muchos Padres y teólogos como un tipo de fuego purificador. Numerosas revelaciones apoyan esta tesis. En cualquier caso, es un castigo purificador obrado por Dios con efecto en las almas, que va satisfaciendo su justicia, y que va tornando a las almas aptas para ir al cielo.
Diferencia entre las almas que van al purgatorio y las que van al infierno
Las almas de los condenados van al infierno; estos son los que murieron cargando en sí la culpa de un pecado grave, es decir, la de una violación consciente y voluntaria de una ley divina. Los que van al purgatorio no tienen esa culpa. Podrán tener la culpa de un pecado leve, pero no de un pecado grave. El pecado venial prepara el pecado grave pero no es el pecado grave: este último es como un rompimiento radical del afecto debido hacia Dios.
Ayudando a las almas del purgatorio
Pero como nosotros, y según doctrina expresamente revelada por la Iglesia (4), podemos ayudar a quienes están en el purgatorio a salir de él, la Iglesia a ello nos invita especialmente hoy, día de los fieles difuntos. «El santo sacrificio de la misa, oraciones, limosnas, penitencias, indulgencias y otras obras de piedad realizadas en favor de los difuntos tienen valor meritorio, satisfactorio o impetratorio» (5) para conseguir la liberación de las benditas ánimas del purgatorio. Es decir, todas estas acciones pueden completar la justicia debida por esas almas, o conseguir de Dios un acto de misericordia especial para que libere a esas almas.
Y liberadas del purgatorio por esas nuestras buenas acciones, las benditas almas ya no del purgatorio sino del cielo, en agradecimiento hacia nosotros, serán intercesores eficaces para conseguirnos auxilios divinos. Esas almas, que por nuestras acciones cambiaron de ‘alojamiento’, que ya no harán parte de la Iglesia padeciente (purgatorio) sino de la triunfante (cielo), se acordarán a su vez de aquellos que en la Iglesia peregrina en esta tierra (Iglesia militante) se acordaron una vez de ellos y les ahorraron parte del castigo propio del purgatorio.
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¿Y el caso de los niños que mueren sin culpa personal pero sin mérito sobrenatural? Bien, este es un tema aun no claro para la teología católica. El propio Benedicto XVI que profundizó en el asunto, no llegó a una conclusión totalmente cierta. Toca seguir orando por ellos, lo que cabe también especialmente en el día de hoy.
Por Saúl Castiblanco
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1 Royo Marín, Antonio. Teología de la Salvación. BAC. Madrid. 1997. p. 370.
2 Ibídem, pp. 383-384.
3 Ibídem, p. 392.
4 Denz. 691-693.
5. Royo Marín, op. cit. p. 419.
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