viernes, 22 de noviembre de 2024
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Rechazar la invitación del Señor es pecado, dice el Papa

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 06-11-2019, Gaudium Press) En la mañana de este martes, 05/11, el Papa Francisco volvió a celebrar misa en la capilla de la Casa Santa Marta.

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Los comentarios de Francisco giraron en torno al trecho del Evangelio propuesto por la liturgia para el día. En él el evangelista San Lucas narra el deseo de un hombre de dar una gran fiesta.

El hombre mandó invitar mucha gente. Con todo, los invitados no fueron para la fiesta: cada uno presentó una disculpa para no ir.

El hombre, entonces manda a sus siervos ir por las plazas y caminos e invitar a los pobres y los lisiados para llenar la casa y participar del banquete.

Francisco comentó que esta narración puede ser un resumen de la historia de la salvación y también la descripción de innúmeros cristianos.

El Papa explicó que «la cena, la fiesta, es imagen del cielo, de la eternidad con el Señor». Y comentó que en una fiesta no se sabe bien quien va.

En un banquete se conocen personas nuevas, se encuentra con personas que no nos gustaría encontrar. Sin embargo, generalmente, el clima que domina la fiesta es la alegría y la gratuidad.

Para Francisco una fiesta verdadera debe ser gratuita.

Y, entonces él comenta: «Nuestro Dios nos invita siempre, no nos hace pagar la entrada. En las verdaderas fiestas, no se paga la entrada: quien paga es el dueño, es quien invita».

Intereses en primer lugar

A pesar de la gratuidad de una verdadera fiesta, dijo Francisco, algunas personas colocan sus intereses en primer lugar:

Delante de aquella gratuidad, de aquella universalidad de la fiesta, existe aquella actitud que cierra el corazón: «Yo no voy. Prefiero estar solito, con las personas que me gustan, cerrado». Y esto es el pecado; el pecado del pueblo de Israel, el pecado de todos nosotros. El cierre. «No, para mí es más importante esto que aquello. No, lo mío. Siempre lo mío.»

Rechazo: desprecio por quien invita

Este rechazo es también desprecio por quien invita. Y así es también en el caso de la invitación que el Señor nos hace. Si no aceptamos esa invitación, es lo mismo que decir al Señor: «No me perturbes con tu fiesta».

Es cerrarse «a aquello que el Señor nos ofrece: la alegría del encuentro con Él».

Y en el camino de la vida, muchas veces estaremos delante de esta elección, de esta opción: o la gratuidad del Señor, estar con Él, encontrarse con el Señor o cerrarme en mis cosas, en mi interés.

Por eso, el Señor, hablando de uno de los cierres, decía que es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Pero existen ricos buenos, santos, que no son apegados a la riqueza».

Los que son apegados a la riqueza, son cerrados y, «por eso no pueden entender lo que es la fiesta. Pero tienen la certeza de las cosas que pueden tocar.

Reacción del Señor delante del rechazo

La reacción del Señor delante de nuestro rechazo es decisiva, afirma Francisco: Él quiere que todas las personas sean llamadas a la fiesta, conducidas, aún forzadas, malas y buenas.

«Todos están invitados. Todos, nadie puede decir: ‘Yo soy malo, no puedo…’. No. El Señor dice, porque usted es malo, le ‘espero especialmente a usted’ «.

El Padre del Hijo Pródigo

El Papa recordó la actitud del padre en el regreso del hijo pródigo. El hijo comenzó a explicar las cosas, pero el Padre no lo deja hablar y lo abraza.

«El Señor es así. Es la gratuidad», comentó el Papa, recomendando:

Pensemos en esta parábola que el Señor nos da hoy. ¿Cómo va nuestra vida? ¿Qué yo prefiero? ¿Aceptar siempre la invitación del Señor o cerrarme en mis propias cosas, en mis pequeñeces? Pidamos al Señor la gracia de aceptar siempre ir a su fiesta, que es gratuita.  (JSG)

 

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