viernes, 22 de noviembre de 2024
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No hay corazón humano en que Cristo no quiera renacer, dice el Papa

Ciudad del Vaticano (Martes, 12-11-2019, Gaudium Press) El sábado, 09 de noviembre, día en que la Iglesia celebra la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán, el Papa Francisco se reunió con la Diócesis de Roma, -la Diócesis del Papa-, para presidir la Santa Misa conmemorativa del evento.

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Iglesia-madre de todas las Iglesias

Esta conmemoración celebra la unidad con la Sede romana, pues la Basílica Lateranense es considerada la Iglesia-madre de todas las iglesias de Roma y del mundo.

En la homilía que profirió en la ocasión, el Papa se dirigió a toda la comunidad diocesana.

Comunidad diocesana

Francisco pidió que la comunidad diocesana fuese como un río y sus afluentes:

«Encontrar a los otros, entrar en diálogo con ellos, oírlos con humildad, gratuidad y pobreza de corazón… Yo los invito a vivir todo esto no como un esfuerzo pesado, sino con ligereza espiritual.»

Presbíteros

A los presbíteros de su Diócesis, el Papa recordó el corazón de su ministerio: ayudar a la comunidad a estar siempre a los pies del Señor para oír su palabra, mantenerla distante de toda mundanidad, de las malas elecciones, de quien gustaría de desviarla del camino del Evangelio.

Dirigiéndose a los presbíteros, Francisco afirmó que cualquier otra idea o realidad que no sea el Evangelio hará desmoronar todo el edificio espiritual de la Iglesia.

Francisco manifestó su admiración por los presbíteros de la diócesis, que aprendió a conocer de cerca desde que se tornó Obispo de Roma.

Equipos Pastorales

A los Equipos Pastorales el Papa, ya encerrando sus palabras, dedicó el Evangelio del día, en que Jesús expulsa a los mercaderes del Templo.

Para Francisco, aquella purificación del santuario era necesaria para que Israel descubriese su vocación de ser luz para todas las personas. Y cuando piden una señal, Jesús afirma que reconstruirá el Templo en tres días.

«A ustedes es confiada la tarea de ayudar a sus comunidades y los agentes pastorales a alcanzar todos los habitantes de la ciudad, identificando vías nuevas para encontrar a quien está distante de la fe y la Iglesia.»

Y recordó: «no existe corazón humano en que Cristo no quiera y no pueda renacer».

«En nuestras existencias de pecadores, con frecuencia sucede de alejarnos del Señor y apagar el Espíritu. Destruimos el templo de Dios que existe en cada uno de nosotros».

De manera muchas veces misteriosa, pero real, el Señor abre en los corazones nuevas brechas, deseos de verdad, de bien y de belleza.

Delante de las dificultades y hostilidades, jamás se dejarse bloquear y abrir a la «acción imprevisible de la gracia», concluyó Francisco.

(JSG)

 

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