Adís Adeba (Viernes, 29-11-2019, Gaudium Press) El P. Kenneth, sacerdote espiritiano de Nigeria, compartió su testimonio de su labor misionera en Etiopía. A pesar de las limitaciones materiales de su lugar de servicio en una de las regiones más apartadas del país, el presbítero afirmó su satisfacción y agradecimiento por poder llevar a cabo esa misión.
P. Kenneth, misionero entre los Borana de Etiopía. Foto: AIN |
«Es la mejor experiencia que he tenido como sacerdote. Mi fe se ha fortalecido aún más», reportó el P. Kenneth a la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. «Puedo ayudar a la gente que no puede ayudarse a sí misma. Puedo ayudarles a conocer mejor a Dios y, de ese modo, les doy vida. Eso es lo mejor que me podía haber pasado».
El sacerdote recordó cómo descubrió su vocación a esta misión específica al conocer otro sacerdote que regresaba de ese país mientras era seminarista. » Era una persona muy buena y modesta, pensé que también yo quería ir a Etiopía. No sabía nada de este país, pero quería ir», relató el P. Kenneth. «Antes de ser ordenados, pudimos escoger tres lugares en el mundo donde nos gustaría llevar a cabo nuestro ministerio, escribí en primer y segundo lugar Etiopía; en tercero, Nigeria».
Su oración fue oída y el misionero labora desde hace siete años en la tribu borana, de tradición nómada. «Mi primera impresión fue que realmente es una zona muy remota», indicó el P. Kenneth. «Las carreteras son muy malas, la mayoría de las vías solo se pueden recorrer a pie, motocicleta o bicicleta. (…) Cuando tengo que atravesar solo el bosque, a veces me da miedo, puesto que hay leopardos, serpientes enormes y muchas hienas. Cuando me llaman a una emergencia, a menudo tengo que viajar solo de noche».
El sacerdote destacó el éxito del apostolado local, donde cinco mil de los nueve mil habitantes ya son católicos y muchos desean ser admitidos en la Iglesia. «Para los borana, lo más atractivo del cristianismo es que toda persona es amada», indicó el misionero. «También les impresiona la universalidad de la Iglesia, por lo que quieren pertenecer a ella. Del mismo modo que celebramos la Santa Misa aquí, se celebra en Roma o en otros lugares». Las conversiones han dado lugar a las vocaciones y ya hay dos jóvenes que manifiestan el deseo de ser religiosas y cinco jóvenes que disciernen un posible llamado al sacerdocio.
El impacto de la llegada de la fe ha transformado la vida de la comunidad, especialmente de las mujeres. «Tradicionalmente, las mujeres Borana son muy tímidas, la tradición no les permite hacer nada fuera del hogar. La Iglesia está tratando de ayudarles a salir más, les damos la oportunidad de ser catequistas y de enseñar. La gente lo ha aceptado y ahora les gusta», indicó el presbítero. «También animamos a las niñas a que vayan a la escuela, de esta manera, el número de matrimonios muy precoces ha disminuido considerablemente. Confiamos en la evangelización a través de la educación».
Con información de ACI.
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