Ciudad del Vaticano (Martes, 03-12-2019, Gaudium Press) El sábado 30 de noviembre, el Papa Francisco recibió en la Sala Clementina, en el Vaticano, cerca de 400 participantes de un curso de formación para la tutela del matrimonio y el cuidado pastoral de las parejas heridas, organizado por el Tribunal Apostólico de la Ruta Romana.
El curso ocurrió en Roma durante cinco días y reunió a párrocos, diáconos permanentes, parejas y agentes de la Pastoral de la Familia.
El encuentro en el Vaticano marcó el término del curso de formación, con «contenidos teológicos y procesos canónicos importantes para las parejas y para la vida de la Iglesia hoy», además de direccionar para temáticas «cruciales», recordó el Pontífice.
El cuidado pastoral de las parejas heridas, dijo el Papa, no puede ser tratado con un abordaje «burocrático, casi mecánico», es necesario entrar en la vida de las personas, «que sufren y que tiene sed de serenidad».
Las heridas del matrimonio
Francisco describió las actuales heridas del matrimonio que pueden sangrar mucho.
Esas heridas provienen de varias causas psicológicas, físicas, ambientales y culturales, además de ser provocadas «por el cierre del corazón humano al amor», dijo Francisco a los participantes.
El Papa dijo también que la Iglesia «jamás va a conseguir ignorarlas, girando el rostro para el otro lado».
Añadió el Pontífice, que la Iglesia precisa «buscar siempre y solamente el bien de las personas heridas y la verdad del amor de ellas»:
«Es por eso que la Iglesia, cuando encuentra esas realidades de parejas heridas, antes de todo llora y sufre con ellos; se aproxima con el óleo del consuelo para aliviar y curar; ella quiere cargar para sí el dolor que encuentra.
Y si, entonces, se esfuerza para ser imparcial y se propone en buscar la verdad de un matrimonio destruido, la Iglesia no es jamás extraña, ni humanamente, ni espiritualmente a aquellos que sufren.
No consigue nunca ser impersonal o fría delante a esas tristes y tribuladas historias de vida.»
Exhortación: vivir en un camino de Fe y Santidad
Francisco exhortó a los agentes, jueces, testigos y partes envueltas de cada causa eclesiástica que enfrentan un matrimonio herido que confíen, antes que nada, en el Espíritu Santo: «guiados por él, pueden escuchar con criterio justo», sabiendo examinar, discernir y juzgar.
El matrimonio cristiano, recordó Francisco, debe ser vivido en un camino de fe, como «columnas de la Iglesia doméstica»:
«Aunque el matrimonio pueda llenar a los cónyuges cristianos de alegría y de plenitud humana y espiritual, ellos no deben jamás olvidar que son llamados, como personas y como parejas, a caminar siempre en la fe, a caminar en la Iglesia y con la Iglesia, a caminar en la vida de la santidad.»
En el matrimonio no hay improvisación, hay preparación
Según las palabras de Francisco, de ese camino en el Espíritu es que nace «aquel precioso e indispensable ministerio de las parejas en la Iglesia», tan necesario hoy.
Ese ministerio tiene origen en el Sacramento, enalteció al Papa, «una conquista apostólica y misionera» que precisa ser nutrida por los novios a través «de la oración, con la Eucaristía y la Reconciliación, con la bondad sincera de uno con el otro, con la dedicación a los hermanos que encuentran».
«Ese Sacramento no se improvisa. Es necesario prepararse ya como novios.
«No es suficiente que los novios cristianos se preparen a ser marido y mujer con una buena integración psicológica, afectiva, de relacionamiento y proyectos, que también es necesaria para la estabilidad de su futura unión.
«Ellos deben inclusive nutrir e intensificar progresivamente en ellos mismos aquella llamada específica para moldarse como marido y mujer cristianos.
«Eso significa cultura, dentro de la vocación cristiana, la vocación particular para ser discípulos misioneros como parejas, testimonios del Evangelio en la vida familiar, de trabajo, social, allá donde el Señor los llama.»
Comunidad de familias
La Iglesia, en su estructura parroquial, finalizó el Papa, «es concretamente una comunidad de familias»:
«Es el Espíritu Santo quien trabaja en esa sinergia, y, así, el Espíritu Santo es invocado, también para ese proceso apostólico, que no es fácil, pero no es imposible. Aliento a los pastores, obispos y sacerdotes a promover, sustentar y acompañar ese proceso para que la Iglesia se renueve transformándose siempre más en una red de cobertura de comunidades de familias, testigos y misioneros del Evangelio».
(ARM)
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