Redacción (Miércoles, 11-12-2019, Gaudium Press) El Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor yacía en el sepulcro, vigilado por dos guardias. Terminado el sábado, María Magdalena y otras piadosas mujeres fueron a comprar perfumes para embalsamarlo.
Damas ricas
Explica Monseñor João Clá que ellas «deseaban proporcionar al Divino Maestro lo que había de mejor, máxime considerando que el grupo era formado por damas ricas (cf. Lc 8, 3), y que María Magdalena poseía una de las mayores fortunas de Israel. […]
«Trasparece en esta escena, especialmente en Santa María Magdalena, […] el amor llevado a las últimas consecuencias. Era ella un alma de elección, no conociendo límites su caridad, a pesar de las debilidades de la vida pasada de la que ya había sido perdonada. A medida que se afirmó en ese amor, también se identificó más con el Maestro, dispuesta a hacer todo por Él. […]
«Mientras los Apóstoles están escondidos, ella no mide esfuerzos ni sacrificios, decidida hasta a rodar la piedra del sepulcro con las manos, discutir con los guardias, implorar y provocar un tumulto, si necesario fuese. ¿Por qué? Ella desea embalsamar el Cuerpo de Aquel a quien adora.»
Jesús apareció primero a la Santísima Virgen
Dr. Plinio Corrêa de Oliveira afirma:
«En cierto momento, Nuestro Señor comenzaría a dar señales de vida. Su Cuerpo sagrado se tornaría de una luminosidad extraordinaria, y en el instante en que su Alma lo reasumiese, su primera actitud sería una glorificación del Padre Eterno y un acto de amor al Espíritu Santo.
«Y levantándose con una majestad indecible, caminaría dentro del sepulcro transformado, de repente, en una catedral hecha de luces, cánticos y gloria.»
Podemos imaginar que «Él haya estado en el Cenáculo y manifestándose a Nuestra Señora. De manera a haber sido Ella la primera persona en contemplar a su divino Hijo resucitado. Luego después, Jesús se habría presentado a Santa María Magdalena, conforme nos describe el Evangelio».
Los guardias quedaron como muertos
Narra San Mateo:
«El Ángel del Señor descendió del Cielo y, aproximándose [del sepulcro], retiró la piedra y se sentó en ella. Su apariencia era como un relámpago, y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias quedaron con tanto miedo del Ángel, que temblaron, y quedaron como muertos» (Mt 28, 2-4).
«¿Puede haber una cosa más gloriosa, más espiritual, más casta, más fuerte, que un espíritu que es como un relámpago, pero vestido como la nieve?»
Pasado el terrible susto, los guardias se dirigieron apresuradamente a Jerusalén y fueron a contar a los sumos sacerdotes lo que ocurriera.
Desconcertados, estos convocaron al Consejo de los ancianos y decidieron, entonces, sobornar a los soldados a peso de dinero.
Prometieron a cada uno de ellos una suma abultada si explicasen al pueblo que, mientras dormían, vinieron los discípulos de Jesús y llevaron su Cuerpo. Habiendo los guardias afirmado que Pilatos los puniría por haber dormido en servicio, dijeron a los sumos sacerdotes que el Consejo «arreglaría el caso» con el gobernador.
Ellos recibieron el dinero y propalaron entre los judíos la mentira del supuesto robo. San Agustín indaga a los infames guardias:
«¿Si dormíais, como sabéis que hurtaron el cuerpo? ¿Si no dormíais, por qué lo dejasteis hurtar?»
Espíritu jerárquico de la Iglesia
Las Santas Mujeres se dirigieron a la tumba, pero María Magdalena tomó la delantera y llegó primero; vio el sepulcro vacío y fue corriendo al Cenáculo, donde contó la noticia a San Pedro y San Juan.
Ambos se dirigieron al túmulo y San Juan, siendo más joven y teniendo mucho amor a Jesús, corrió más deprisa y llegó primero, vio las fajas de lino en el piso, pero quedó del lado de afuera. Luego después apareció San Pedro que entró al sepulcro, y San Juan lo acompañó (cf. Jo 20, 3-8).
El Apóstol virgen aguardó aquel a quien Nuestro Señor había dado la precedencia. «Vemos aquí el espíritu jerárquico de la Iglesia […] Llegando al sepulcro él espera a San Pedro. ¡Cuánto respeto, cuánta reverencia! Y todo pasó para la Historia.»
Ellos volvieron atónitos al Cenáculo, pero Santa María Magdalena permaneció junto al sepulcro, llorando. De repente ella vio dos Ángeles, en trajes resplandecientes de luz, y el propio Jesús se le apareció y le mandó que fuese narrar lo acontecido a los Apóstoles (cf. Jo 20, 10.14-18). Ella salió de inmediato.
Poco tiempo después de la partida de Magdalena, llegaron a la tumba las otras Santas Mujeres. Ellas vieron los dos Ángeles, los cuales les dijeron que Jesús había resucitado. Caminando de prisa rumbo al Cenáculo, Nuestro Señor se les apareció y dio la misma orden de ir a contar lo que vieron a los Apóstoles.
En el Cenáculo, ellas narraron todo a los Apóstoles, pero estos no creyeron, tratándolas como visionarias.
Solamente María Santísima tuvo Fe completa en la Resurrección
«En la noche del Sábado Santo, afirma el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, ‘solamente Nuestra Señora, en toda la faz de la Tierra, tuvo una fe completa y sin sombra de duda en la resurrección. […]
«‘A cada minuto que pasaba, de algún modo la espada de las saudades y el dolor penetraba aún más su Corazón Inmaculado. Pero, de otro lado, había la certeza de una gran alegría de la victoria que se aproximaba. Esta concepción la inundaba de consolación y gaudio’.
«Dr. Plinio agrega que Nuestra Señora, ‘en esta ocasión, representó la fe de la Santa Iglesia y, por así decir, sustentó el mundo, dando continuidad a las promesas evangélicas, pues, si no hubiese fe sobre la faz de la Tierra, la Providencia habría encerrado la historia’.»
«La fidelidad de María Santísima comenzó a contagiar la tibieza de los Apóstoles, y a despertar en el alma de cada uno de ellos sensaciones, esperanzas, percepciones de la maravillosa gracia que les estaba reservada.
«En el interior de aquellos hombres, en medio de la tormenta de la probación, fueron anclándose una convicción nueva y un nuevo ánimo. Es decir, en la peor de las horas, porque se refugiaron a los pies de Nuestra Señora, recibieron gracias inestimables que los prepararon para todo lo que luego les ocurriría. Unidos en torno a la Virgen Fiel, estaban en condiciones de creer en la resurrección y de predisponerse a la grandiosa misión para la cual habían sido llamados.»
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» – 219)
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Bibliografía
CLÁ DIAS, João Scognamiglio. EP. O inédito sobre os Evangelhos. Vaticano: Libreria Editrice Vaticana; São Paulo: Instituto Lumen Sapientiae, 2013, v. VII, p. 361-361.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Os fulgores da Ressurreição. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano XVI, n. 180 (março 2013), p. 23.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Alegrai-vos, pois o Senhor ressuscitou! In revista Dr. Plinio, Ano XV, n. 169 (abril 2012), p. 13.
Cf. BERTHE. CSSR. Jesus Christo – sua vida, sua Paixão, seu triunpho. Einsiedeln (Suíça): Estabelecimentos Benziger. 1925, p. 410.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Alegrai-vos, pois o Senhor ressuscitou! In revista Dr. Plinio, Ano XV, n. 169 (abril 2012), p. 14.
Cf. BERTHE. CSSR. Op. cit., p. 414-415.
CLÁ DIAS. Op. cit., v. VII, p. 383.
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Preciosos ensinamentos da Ressurreição. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano XI, n. 120 (março 2008), p. 19-20.
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