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La trascendental doctrina del "Absoluto" de Plinio Corrêa de Oliveira

Redacción (Martes, 17-12-2019, Gaudium Press) La teoría del «Absoluto» es de la esencia de la doctrina del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. «La procura del Absoluto es la cúpula y el hilo donde se unen las doctrinas nuevas», decía el Dr. Plinio. Vamos a intentar hacer en estas líneas una sintáctica introducción a este importantísimo asunto.

El ser humano tiene sed de infinito, incluso aunque no sea consciente de ello. Por eso nada de esta tierra lo sacia.

Bellamente expresó San Agustín esa sed de infinitud cuando exclamó: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». Evidentemente el Absoluto por antonomasia es Dios, Infinito, Eterno…

Para nosotros hombres del común, en contacto con las cosas del día a día, también están abiertas las puertas del Absoluto. «Dios puso bellezas en la tierra y quiere y exige que el hombre se sirva de ellas para llegar hasta Él»: es lo que el Dr. Plinio llamaba el camino al Absoluto.

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Camino al Absoluto es ir recorriendo la senda que me señala el deseo innato de todos los hombres, de que todas las cosas sean más perfectas, de que todas las cosas tengan proporción con el Infinito que es el deseo último de mi voluntad, de que todas las cosas sean más bellas, sean sublimes.

Profundicemos en esta muy interesante tesis del Dr. Plinio, una de sus más preciadas: la belleza elevada ejerce un poder cuasi irresistible sobre las voluntades humanas y por ello el demonio ha camuflado bajo pseudo-bellezas su avanzar revolucionario rumbo a la locura de fealdad que vemos hoy. Pero cuando la pseudo-belleza se enfrenta con la verdadera sublimidad, ella queda desenmascarada, y huye como demonio en eficaz exorcismo. Caminar hacia el Absoluto es caminar hacia la Belleza Suprema; pero antes de la Belleza Suprema hay ‘bellezas-absolutas’, participaciones de la Belleza Absoluta. Esos son los peldaños hacia el Absoluto.

Miremos.

Cuando vemos por primera vez el mar, sentimos el ‘olor’, el perfume del Absoluto. Y cuando vemos un mar más bello aún, multicolor por ejemplo, ese perfume se hace aún más sensible, porque en el fondo queremos caminar hacia un mar perfecto, un Mar Absoluto, y los mares cada vez más bellos nos van acercando a ese Mar Mítico que sí tiene proporción con Dios. El Mar de Dios. Y así con todos los seres.

Un pajarillo de color azul es un encanto; el niño inocente se embelesa con él. Pero cuando se conoce el cisne o el pavo real, el perfume del ‘Ave-Absoluta’ que nos ‘llama’ se hace más penetrante, más atrayente, más encantador. Tocamos con la punta de los dedos esa Ave Mítica que tiene proporción con Dios. E incluso, si llegamos hasta la contemplación del ave más bella de esta tierra el camino ahí no se trunca, pues podemos seguir peregrinando en las aves posibles y maravillosas de Dios hacia esa Ave Absoluta. Ese sería el verdadero papel del arte, descubrir los maravillosos posibles de Dios.

Es el caminar en esta tierra hasta el Carruaje Absoluto, la Cortesía Absoluta, hacia el Río Absoluto, la Montaña Absoluta, hacia el Óleo Absoluto, al Palacio Absoluto, la Gema Absoluta, seres absolutos que por su perfección ‘habitan’ en la cercanías del Dios Perfecto Absoluto. Es el caminar hacia el Hombre Absoluto, Cristo el Señor.

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Es la tendencia que hay en todos los humanos rumbo a la Suma Perfección.

«Oh Absoluto… sin lo cual cualquier hombre es un mendigo, y con el cual el hombre es un rey, aún cuando sea un mendigo». «Oh sublime Absoluto, que estáis con relación a otras sublimidades como en una especie de realeza, y que es triunfal». «Oh Absoluto que nos dais todo cuanto nos falta, y sin lo cuál somos los eternos insatisfechos». «Oh alma del hombre que busca el Absoluto, que tiende necesariamente para lo sublime, para lo magnífico, para lo maravilloso, y que solo encuentra su reposo en lo sobrenatural, en Dios». «Yo solo seré un hombre con honra, en la medida en que fuese fiel a la posición interior que debo tomar en relación con el Absoluto»: Todo eso y mucho más cantaba Plinio Corrêa de Oliveira con respecto al Absoluto.

Pero el hombre no solo tiene esa tendencia. Tiene también la opuesta, la inmunda, la que lo lleva a la suma fealdad, la tendencia del pecado original. Sí, el hombre es potencia de ángel y prefigura del demonio; no hay otro camino.

Casi diríamos, para concluir, que por ello debemos acceder constantemente a la oración, a los sacramentos: para que ellos encadenen el pecado original, retiren ese lastre, y permitan que nuestras almas vuelen libres hacia el Maravilloso Absoluto. Hacia Dios.

Por Saúl Castiblanco

 

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