lunes, 25 de noviembre de 2024
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¿Visitar un shopping puede traer lecciones?

Redacción (Viernes, 20-12-2019, Gaudium Press) Una pareja entró al centro comercial con sus dos hijos pequeños y fue directo a la «plaza» central donde estaba montado el escenario de una aldea característicamente suiza para conmemorar la Navidad, el nacimiento del Señor, el aniversario del Niño Jesús.

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¿Por qué niños tan atentos y curiosos no demostraron entusiasmo durante la visita?

La pequeña y pintoresca aldea era completa, tenía de todo. Y el padre se esforzaba para presentarla a los dos niños que lo acompañaban con atención, curiosidad perspicaz y una mirada inteligente.

Yo quise seguir aquel cicerone improvisado y, discretamente, acompañé las explicaciones que él, entusiasmado daba a los dos niños.

Él describía, con minucias, lo pintoresco de las pequeñas casas de madera con tejados inclinados, ventanas con barandillas llenas de geranios, puertas coloridas, con pequeños y también coloridos jardincitos a su vuelta. Todo realmente bien bonito.

En el jardín de la más bonita de las casitas fue montada una tarima y sobre ella puesta un sofá rojo y dorado que más parecía un trono. Era allí que Papá Noel recibía a los niños articulando su famoso «jo, jo, jo» y diciendo algunas palabras. Distribuía chocolates, abrazos y sonrisas y todavía posaba para fotos.

Diferentemente de los dos niños que no demostraban mucha admiración por el «buen viejito», el padre estaba entusiasmado, más que la madre. Tal vez él se acordase de otras navidades antiguas… No pude saber.

El padre también les mostró los renos, el trineo y el cuarto de Papá Noel: los dos niños continuaban atentos a los comentarios del padre, pero no decían nada.

Junto a la casa de Papá Noel había un bonito árbol de Navidad con pelotas coloridas y muchas lucecitas doradas que el cicerone mostró de pasada.

En un rincón de la aldea había una «estación de ferrocarril» donde una locomotora arrastraba un vagón lleno de niños y niñas. Los dos niños no comentaron nada, incluso después que el padre les ofreció para dar una vuelta por la estrada de hierro…

Había mucho más cosas en la pequeña aldea: una «rueda gigante», una gran taza donde entraban los pequeños visitantes y ella comenzaba a girar; había además hamacas, algodón dulce, pororó y otros atractivos más para dejar a los niños contentos.

Finalmente los dos pequeños visitantes concluyeron el recorrido previsto. Ellos habían hecho con sus padres la visita a aquella minúscula ciudad que, según los patrocinadores había sido montada para conmemorar la Navidad, el «aniversario» del Nacimiento del Niño Jesús.

Claro que el padre quería saber el comentario de los tan silenciosos hijos.

Entonces, hecho en forma de pregunta, oí de uno de los niños algo que valió como un elocuente comentario que dejó confundido al padre y me trajo la explicación del por qué niños tan atentos y curiosos no demostraron ningún entusiasmo durante toda la visita:

–Papá, ¿ya acabó?

–Sí, mi hijo.

–Pero, ¿dónde está el cumpleañero? ¿Dónde está el Niño Jesús?
(JSG)

 

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