Redacción (Jueves, 02-01-2020, Gaudium Press) Dos discípulos de Nuestro Señor, que habían ido a Jerusalén para la Fiesta de la Pascua, regresaban al lugarejo donde residían, llamado Emaús, distante once kilómetros. En esa larga caminata, conversaban sobre los últimos acontecimientos cuando, de repente, el Redentor les apareció, pero ellos no lo reconocieron.
¿De qué se habla en una conversación perfecta?
Narra San Lucas: «Entonces Jesús preguntó: ‘¿Qué estáis conversando por el camino?’ Ellos pararon, con el rostro triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo: ‘¿Tú eres el único peregrino en Jerusalén que no sabe lo que allá ocurrió en estos últimos días?’ «Él preguntó: ‘¿Qué pasó?’ «Los discípulos respondieron: ‘Lo que ocurrió con Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras, delante de Dios y delante de todo el pueblo.
Nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. ¡Nosotros esperábamos que Él fuese a liberar a Israel, pero, a pesar de todo eso, ya hace tres días que todas estas cosas ocurrieron!
Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos dieron un susto. Ellas fueron de madrugada a la tumba y no encontraron el cuerpo de Él. Entonces volvieron, diciendo que habían visto Ángeles y que estos afirmaron que Jesús está vivo. Algunos
de los nuestros fueron al túmulo y encontraron las cosas como las mujeres habían dicho. A Él, sin embargo, nadie lo vio’.»
«Entonces Jesús les dijo: ‘¡Como sois sin inteligencia y lentos para creer en todo lo que los profetas hablaron! ¿Será que Cristo no debía sufrir todo eso para entrar en su gloria?’ Y, comenzando por Moisés y pasando por los profetas, explicaba a los discípulos todos los pasajes de la Escritura que hablaban respecto a Él.
Reconocieron a Jesús cuando partió el pan
«Cuando llegaron cerca del pueblo para donde iban, Jesús hizo de cuenta que iba más adelante. Ellos, entretanto, insistieron con Jesús, diciendo: ‘¡Quédate con nosotros, pues ya es tarde y la noche viene llegando!’
«Jesús entró para quedarse con ellos. Cuando se sentó a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo distribuyó. En eso los ojos de los discípulos se abrieron y ellos reconocieron a Jesús. Jesús, sin embargo, desapareció frente a ellos».
«Entonces uno dijo al otro: ‘¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando Él nos hablaba por el camino, y nos explicaba las Escrituras?’
«En aquella misma hora, ellos se levantaron y volvieron a Jerusalén donde encontraron a los once reunidos con los otros. Y estos confirmaron: ‘¡Realmente, el Señor resucitó y apareció a Simón!’
«Entonces los dos contaron lo que había ocurrido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan» (Lc 24, 17-35).
«¡El Maestro está aquí!»
El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira comenta:
«Normalmente la gracia actúa con linda sutileza. Los discípulos de Emaús solamente reconocieron a Nuestro Señor en la hora de la comunión, cuando partió el pan y lo distribuyó.
«Con su lenguaje poético y rico en pormenores, el Evangelio describe el episodio y el coloquio que entonces se estableció.
«Los dos discípulos caminaban en la estrada, rumbo al lugarejo llamado Emaús, comentando los hechos recientes ocurridos en Jerusalén, la persecución y la muerte del Salvador. Mientras andaban y conversaban, Jesús se aproximó y comenzó a tomar parte en la conversación, sin que ellos lo reconociesen de inmediato.
«Nuestro Señor les pregunta sobre el tema que los traía tan absortos. Así hace el buen conversador: no cambia de asunto conforme lo que está en la cabeza de él, sino entra en la materia tratada por los otros.
«Ellos se espantan, y dicen: ‘¡¿Pero, cómo?! ¿Tú eres el único forastero en Jerusalén, e ignoras los hechos que en ella
ocurrieron en estos días?’ (Lc 24,18).
«Jesús se muestra interesado, continúa a hacerles preguntas y los oye narrar los principales acontecimientos de su Pasión y Resurrección. A medida que conversaban, el ardor de los dos discípulos aumentaba, pues el Redentor les concedía una gracia especial que preparaba el alma de ellos para oírlo. Así, formaban el trío perfecto.
«Cuando llegaron a Emaús, se percibe, por la descripción, que ellos estaban muy raros. Con todo, apenas en el instante en que Nuestro Señor partió el pan – Él celebró una Misa; por tanto, realizó la consagración – los discípulos lo reconocieron: ‘¡Ah! ¡El Maestro está aquí!’
Deberían siempre recordar la gracia recibida
«Eso es propiamente la perfección de la conversación: una revelación progresiva y, en el auge, el interlocutor se muestra de cuerpo entero.
«Interesante notar que, momentos antes, Nuestro Señor hiciera mención de seguir adelante en el camino, separándose de ellos. Entonces los dos discípulos, embelesados, piden que Él permanezca, sin embargo no osando decir: ‘¡Está tan agradable vuestra compañía! ¡Quedad junto a nosotros!’ No. Ellos buscan un pretexto: ‘¡Señor, permaneced con nosotros porque ya es tarde y anochece!’ Cada uno busca solucionar una dificultad como puede.
«Ahora, Jesucristo es Dios. ¿Qué diferencia representa para Él la claridad del día o las penumbras del anochecer? «En realidad, los dos querían decirle cosa diversa: ‘Ved, Señor, no deseamos separarnos de vos, porque ninguna presencia es igual a la vuestra. Y os presentamos un pretexto, pues somos tan toscos que no sabemos siquiera formular el verdadero motivo. Aceptad eso, más como un gemido que un argumento. Delante de vuestra sabiduría, ¿qué es un raciocinio? Y de cara a vuestra misericordia, ¿qué será ese pretexto?’
«Con todo, Nuestro Señor desapareció. Imaginemos la sorpresa de ellos. El Salvador les había dado lo necesario para aquella fase de la vida espiritual de ambos. Cumplía de ahora en adelante acordarse siempre de ese hecho.
Un atrayente relato
«Los discípulos de Emaús fueron luego a buscar a los Apóstoles en Jerusalén, para contar lo ocurrido. Sin querer, se transformaron en
conversadores. Comenzaron a narrar el coloquio mantenido con Nuestro Señor. En lenguaje casero, diríamos que fue un atrayente «relato»: ‘¡Nosotros lo encontramos, y Él nos dijo tales y tales cosas!’
«¡Pensemos en las enseñanzas que Jesús les transmitió a lo largo de la estrada! Probablemente, a propósito de un bicho que atravesó el camino, de un ave que sobrevoló cerca de ellos, de un lago junto al cual pasaron, etc., el Divino Maestro hacía comentarios, a la par de las maravillosas digresiones sobre las Escrituras y profecías que de Él hablaban.
«Fue el modelo de la conversación, porque embebida por el amor de Dios, siendo uno de los interlocutores el mismo Jesús. Se percibe cómo Dios, amándose a sí mismo, encendía en los discípulos el amor que los hombres deben tener hacia Él. Es el circuito perfecto.»
Roguemos a San Lucas – uno de los discípulos de Emaús, el cual años después escribió el tercer evangelio y los Hechos de los Apóstoles – que interceda por nosotros junto a Nuestra Señora, y nos obtenga la gracia de tener una Fe inquebrantable, ardiente y creciente.
Por Paulo Francisco Martos
(in «Noções de História Sagrada» – 220)
…………………………………………………………………………..
Bibliografía
CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. A conversa perfeita. In revista Dr. Plinio, São Paulo. Ano VIII, n. 93 (dezembro 2005), p. 28.30.
Deje su Comentario