Redacción (Martes, 07-01-2020, Gaudium Press) Intentemos resumir en cortas líneas, el eje del pensamiento del Profesor Plinio Corrêa de Oliveira sobre la construcción de la «personalidad». Quien aquí escribe es psicólogo, y puede afirmar que no conoce mejor descripción de cómo se forma la personalidad del ser humano, que la descrita por el sabio Dr. Plinio.
Comúnmente se afirma en psicología que la personalidad es la suma de factores como carga genética, educación y experiencias de vida, que, reunidos, dan esa peculiar forma de ser de cada uno que es más o menos estable en el tiempo. En líneas generales, eso es verdad. Pero esa explicación al mismo tiempo que algo describe, mucho deja en tinieblas, pues no nos dice como es el proceso de formación, qué es lo de la carga genética y muchas otras cosas.
El Dr. Plinio decía que cada hombre tiene una ‘Luz Primordial’, es decir, un sello especial, un particular aspecto que estaba llamado a reflejar de Dios, aspecto que sólo él reflejaría y nadie más. Y que cada hombre está integrado en el Orden del Universo, que es uno pero variadísimo, donde cada elemento es una joya que debe brillar con luz propia en ese maravilloso abanico que es el Cosmos, que en su conjunto refleja de forma perfecta a Dios.
¿Cómo la Luz Primordial y su ‘Selectivo’ condicionan la personalidad? Porque esa Luz Primordial constituye un selectivo, un filtro que acepta, rechaza y ‘colorea’ en el contacto con el Universo. Por ejemplo, miremos con la foto de abajo.
Foto: Rachel Cook en unplash
A una persona -con su luz primodial propia- la puede emocionar especialmente la placidez, la calma que se percibe en ese atardecer; y la toca particularmente el contraste entre el agua que se acerca y la arena en la que se refleja el sol; un sol que siempre le es símbolo de la Eucaristía. Pero a otra, la conmociona más especialmente el contraste entre el amarillo del sol que cae y lo oscuro del agua del mar, un oscuro limpio, con forma de cristal, pero decidido, con carácter. Entonces, viendo el mismo paisaje una y otra alma reaccionan de forma diversa, y detienen o dejan introducir por la entrada del alma elementos que la van moldeando. A la primera, la foto puede hacerla ahondar más en su piedad eucarística, y recalcarle la idea de que el contacto con Jesús Sacramentado es fuente de dulzura y de paz. A la segunda, la foto le puede hacer profundizar la idea de que Dios es luz, pero es también Señor de la seriedad, Dios dominador, Dios fuerte, oscuro-serio cuando quiere. Y a su vez, esa visión de Jesús-Hostia-Paz -la primera persona-, o esa visión de Jesús-Fortaleza-Seria -la segunda- hacen que su personalidad se vaya moldeando de una u otra manera. La Luz Primordial de la primera irá en la línea de la Placidez de Dios, la Luz Primordial de la segunda en la línea de la Fortaleza de Dios.
Lo anterior es un mero ejemplo de esa maravillosa simbiosis entre la Luz primordial de cada uno y el Universo, que va completando el alma y va formando la personalidad.
¿Y la ‘carga genética’? Es claro que todos los hombres no llegamos a esta tierra ‘en blanco’, sino que de una forma misteriosa pero muy real, nuestra forma de ser está predispuesta por lo que llamaríamos la ‘carga genética’, la herencia de nuestros padres, una herencia que no produce hijos en serie, sino que en cada retoño genera un prisma parecido con el de los otros hermanos, parecido con el de los padres, pero al mismo tiempo diferente. Para seguir profundizando en lo que hoy nos interesa, incluyamos ya aquí, de forma rápida y más bien por necesidad didáctica, el condicionamiento de la genética en lo que hemos llamado Luz Primordial, pero pensemos también que no somos solo cuerpo, sino también alma, creada por Dios en el momento de la concepción, y que en cada alma está también el sello de la Luz Primordial.
Otro ejemplo de cómo las Luces Primordiales reaccionan de forma diferente a un mismo objeto en el Universo, una linda ardilla como la de abajo:
A una persona la ardillita puede reafirmarla en su percepción de inquietud, de búsqueda, de elegancia en su cola, de un ratoncillo especialmente bello; pero esa persona -sin negar la belleza propia a la ardilla- preferiría otro animal como mascota. En cambio otro tendría un encanto especialísimo con estos animalitos, que le evocarían la inocencia con agilidad y perspicacia, la elegancia pomposa y austera concentrada en su cola y en su delicadeza y donaire a la hora de comer una castaña. Si pudiese, este último estaría muy agradado de tener varios de esos animalillos en el jardín de su casa. En contacto con la ardilla, el segundo ‘introdujo’ o reafirmó más en su alma cualidades simbolizadas por este animalillo, que le son especialmente deleitables, de acuerdo a su Luz Primordial.
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Lo importante es permanecer en contacto con el Orden del Universo, y no cerrarse sobre sí, cual es la tendencia del egoísmo y del pecado original. La faena diaria, las preocupaciones, no deben robarnos esa contemplación del orden creado, porque necesitamos ‘completarnos’ allí, en ese contacto.
Pues en el Orden del Universo, por ser este reflejo de Dios, podemos tener un contacto con Dios, que es el que finalmente quiere que hagamos brillar al máximo nuestra Luz Primordial, construyendo cada cual la más rica personalidad.
Por Saúl Castiblanco
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