Papa concluyó hoy sus catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles

Ciudad del Vaticano (Miércoles, 15-01-2020, Gaudium Press) Hoy, en su audiencia general de los miércoles, el Papa Francisco concluyó su ciclo de catequesis iniciada el pasado 29 de mayo, sobre los Hechos de los Apóstoles. «Que el final de este itinerario, vivido juntos siguiendo la carrera del Evangelio en el mundo, el Espíritu reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser valientes y gozosos evangelizadores», auspició el Papa.

En su meditación de hoy, el Pontífice afirmó que los viajes evangelizadores de San Pablo son uno con la propagación del Evangelio, lo que es una prueba de que «los caminos de los hombres, si se viven en la fe, pueden convertirse en un espacio de tránsito de la salvación de Dios, a través de la Palabra de fe que es un fermento activo en la historia, capaz de transformar las situaciones y de abrir caminos siempre nuevos».

El Pontífice trató sobre el arribo del Apóstol San Pablo a Roma. Y que en la capital del imperio, «aun siendo prisionero, Pablo recibió de la autoridad el poder vivir por cuenta propia, en una casa particular, ‘bajo custodia militar’. Esta situación le permitía recibir libremente a todos los que venían a encontrarlo, a los cuales anunciaba el Reino de Dios e instruía en el conocimiento de Cristo Jesús. Entre ellos había también algunos judíos, a quienes trataba de mostrar, a partir de la Ley y los Profetas, la continuidad entre la «esperanza de Israel» y la novedad de Cristo, en quien Dios cumplió sus promesas al Pueblo elegido».

La muerte de San Pablo no es el fin de su evangelización

Pero hubo judíos que no lo escucharon, lo que motivó al Apóstol a hablar del «endurecimiento del corazón del pueblo de Dios», lo que finalmente fue «la causa de su condena».

Francisco también resaltó el Hecho de que la muerte por decapitación de San Pablo no sea el final del relato de los Hechos.

«Los Hechos de los Apóstoles no se cierran con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra de Dios. La casa romana del Apóstol, abierta a todos los que buscaban y querían recibir el anuncio y conocer a Jesús, es imagen de la Iglesia, que no obstante perseguida, incomprendida, pecadora y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a todo hombre y mujer, para anunciarles el amor del Padre que se hizo visible en Jesús». Es decir, la Palabra no muere, ni se le puede encadenar, sino que está lista para ser sembrada «a manos llenas».

El Pontífice concluyó su enseñanza pidiendo al Espíritu Santo que estimule en todos la intención de ser evangelizadores valientes y decididos para que, como san Pablo, se viva la alegría del Evangelio y convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad.

Con información de Vatican News