Redacción (Domingo, 19-01-2020, Gaudium Press) El problema evidentemente no es el cielo, sino una visualización errada o ‘complicada’ del cielo que no motiva a los hombres a buscarlo, a luchar para conquistarlo. Diferente a lo que sí ha conseguido el demonio, que además de lograr generalizar la visualización de un cielo aburrido, presenta los placeres efímeros sensibles como el auge de la felicidad, como el verdadero paraíso celestial.
Sabemos por la teología que el centro de la felicidad celestial es la visión beatífica, en la cuál el hombre puede contemplar «cara a cara» la esencia de Dios. Pero sólo esto es demasiado místico y alto, como para que el común de los mortales de esta tierra puedan sentirlo como algo vivo y apetecible.
En esa línea, afirmaba el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, que una nueva visualización -también verdadera- podría hacer más atractivo el cielo.
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Todo hombre necesita ser «completado»: el hombre es un ser con sed de infinito, él busca que su ser sea completado, y esta es la razón más profunda del instinto de sociabilidad, tal vez el instinto más fuerte de todos después de lo que el Dr. Plinio llamaba el instinto del ser.
Ese completarse se da en esta tierra de forma más sustanciosa en el contacto de alma a alma. Siendo el ser humano el reflejo visible más alto de Dios, el hombre busca -o debería buscar- en contacto con las almas de otros hombres los mejores reflejos de Dios el Infinito, pues son estos los mayores ‘vestigios’ del Creador existentes en el Universo visible. Y más si lo que puede percibir el hombre es la gracia de Dios actuando o viviendo en el alma de los otros, pues ahí ya es contacto con vida divina en estado puro.
Decimos que el hombre «busca o debería buscar», porque con muchísima frecuencia el pecado original y su consecuencia cristalizada en el egoísmo, lo envició en sólo buscar sus placeres egoístas, privándolo del maravilloso contacto que se puede dar de alma a alma.
Pero en el Cielo, esa será la alegría del convivio entre los bienaventurados: el poder contemplar por toda la eternidad las riquezas que Dios puso en uno, y en otro y en otro; que el otro nos transmita su visualización del Orden del Universo, de sus propias operaciones de alma, y poderlas por su vez transmitir las nuestras a los otros.
En esa línea, el Cielo puede ser considerado el más magnífico Salón de Conversación de toda la Historia, el Salón-Absoluto, fuente de una alegría sin par, donde entendemos y queremos bien a los demás, y ellos a nosotros.
Incluso, decía el Dr. Plinio, además de la comunicación con los espíritus angélicos que se podrá establecer ‘en Dios’, sería arquitectónico de esta visualización de comunicación de espíritus, el que en el Cielo pudiésemos los hombres tener una comunicación con los espíritus angélicos por ejemplo con lo han idealizado ciertos cineastas, en la línea de los ángeles comunicándose manipulando la materia para hacer un tanto ‘carne’ sus altísimos pensamientos y deseos.
Por tanto, un cielo no sólo de santos magníficos conversadores, sino también de espíritus angélicos hablantes. Y un cielo donde ya también están, en su centro, el Sagrado Corazón de Jesús, y la Virgen Bendita. Es algo magnífico; es el Cielo.
Incluso la anterior visualización nos ayuda a entender la Visión Beatífica, pues esta no puede dejar de ser una comunicación.
Por Saúl Castiblanco
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