Redacción (Martes, 21-01-2020, Gaudium Press) ¿Construcciones, aunque no sean con fines religiosos pueden traer elevación de espíritu? ¿Y la Orden Temporal nos puede conducir a Dios? Veamos lo que sobre eso tiene para decirnos el Profesor Plinio Corrêa de Oliveira.
Imagen de Dios en los Encantos del Orden temporal-Foto Archivo Gaudium Press
La sociedad temporal es el ambiente propio al hombre, proporcional a su naturaleza y estatura, a la cual él pertenece y constituye el tema común de sus pensamientos. Con todo, a ese hombre puesto en el ámbito temporal, por una misericordia insondable Dios concedió la riqueza de alma que lo torna capaz de, a partir de observaciones de su día a día, elevarse al orden espiritual que ilumina y presta sentido a su existencia en este mundo.
Civilización temporal e imagen de Dios
De ese modo, continuamente, todo lo que nos cerca en la civilización temporal, cuando bien ordenado, es para nosotros imagen de Dios. Y si las aceptamos como tales, conformamos nuestra alma al Creador, nos dejamos influenciar benéficamente por lo sobrenatural, somos conducidos a tomar una posición religiosa delante de los valores temporales, a relacionarlos con los datos recibidos en el catecismo, con lo que aprendemos de doctrina católica, etc.
Rapto por el Orden Temporal
Así, nuestra misión consiste en tener un auténtico rapto por el orden temporal en sus variadas facetas, como colocando en movimiento los más altos principios de la vida de pensamiento de un hombre y, pues, de la vida espiritual. Donde, entonces, haber en el ámbito terreno una belleza de ser, un esplendor de relaciones y de ordenación que debemos aprender a contemplar.
Cómo vivir en la Orden Temporal
Viviendo en el orden temporal, en él no estamos puestos apenas ni sobre todo para hacer, producir o ganar, sino para portarnos delante de la realidad que nos cerca como el Evangelio decía de Nuestra Señora: guardando todas las cosas y confiriéndolas en nuestro corazón. «En el corazón», esto es, en el pensamiento, en la mente.
Lo comprendieron bien nuestros mayores, aquellos que edificaron siglos de civilización cristiana. Por eso mismo, todavía hoy acarician nuestros ojos y corazones tantos y tan encantadores aspectos de antiguas ciudades del Viejo Continente. Herencias de épocas en que esas verdades se encontraban más marcadas en el espíritu humano.
De tiempos en que, por ejemplo, la producción económica y comercial todavía no estaba envuelta por las influencias materialistas contemporáneas, y se hacía en un ambiente de calma, de pensamiento y de fino gusto.
Mentalidad espiritualista, producción económica, recogimiento, elevación
Cuestión de mentalidad: según la concepción espiritualista, el mejor modo de actuar humano se hace con la mente, y por esto la producción económica da lo mejor de sí, como calidad y hasta como cantidad, cuando hecha en la calma sin ocio y en el recogimiento meditativo… Es decir, si sabemos cultivar, antes que nada, ese lado contemplativo, seremos capaces de elaborar cosas bellas y hasta bellísimas, como seremos capaces de elevarnos fácilmente del campo temporal para el espiritual.
Vidrieros nobles, gentiles hombres del reino de Dios
Hubo un Rey de Francia que, conmovido por la excelencia y belleza del trabajo realizado por los vidrieros de Lorena, les otorgó la condición de gentiles-hombres. De manera que estos mantenían su vida obrera, sembrada de pensamientos nobles que, de tanto en tanto, trasponían su padrón cotidiano para un estilo superior. Eran artesanos, inmersos en la faena manual con una nota de nobleza puesta como minúscula corona sobre la cabeza. Análogamente, esta sería la condición del hombre católico laico: elemento de la sociedad temporal, pero dignificado como gentil-hombre en el Reino de Dios, en la sociedad espiritual, porque fue bautizado y trae enmarcada la frente por una diadema que es su condición de miembro de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana. Será un vidriero, sí, pero con cuanto desembarazo ese vidriero se mueve en la corte del Rey y se comporta como hidalgo, pues tiene el alma puesta en lo mejor y lo más alto. (Fuente: Revista Dr. Plinio, JSG)
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