Redacción (Lunes, 27-01-2020, Gaudium Press) Decía el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira que «la auténtica formación católica debería comenzar, desde sus más básicas raíces en el estímulo al Instinto de lo Divino como también al Sentido de lo Divino». 1
Instinto y Sentido de lo Divino
Definía el Dr. Plinio el Instinto de lo Divino como una apetencia en el hombre rumbo a Dios, para poder saciar su sensación de insuficiencia. Y que a partir de esta apetencia, de esta inclinación, surgía un conocimiento que es incluso anterior al raciocinio, conocimiento que él llamaba Sentido de lo Divino.
El Sentido de lo Divino le hace conocer a la persona a Dios en la consideración de todo lo que es elevado, de todo lo que es arquetípico, de todo lo que es noble. Este conocimiento va saciando la sed de Dios del Instinto de lo Divino, pues todo lo noble, arquetípico, perfecto y elevado, son participación de la Naturaleza Divina.
Entonces, cuando por ejemplo vemos un vuelo en picada de un águila rumbo a su presa, y sentimos admiración por la perfección de ese vuelo, nuestro Sentido de lo Divino nos advierte que ese vuelo es imagen de la agilidad de Dios, nos hace conocer perfecciones divinas en la consideración de un noble hecho del universo material.
O por ejemplo cuando alguien que aprecia especialmente las esmeraldas, un día conoce que la Reina de Holanda tiene el derecho de usar una de las esmeraldas más maravillosas existentes, gigantesca, del tamaño de un huevo de codorniz, y que efectivamente la portó recientemente en Inglaterra. Cuando contempla el collar de diamantes y esmeraldas de la Reina, y ve particularmente la esmeralda absoluta que colgaba de ese collar, su Sentido de lo Divino le dice que hay ahí un vestigio de Dios que debe admirar, porque todo lo perfecto, noble, arquetípico, es especialmente objeto de conocimiento de su Sentido de lo Divino. La esmeralda arquetípica es un reflejo del brillo de Dios. Todo lo que es superior cae bajo el examen del hombre que no ha atrofiado el Instinto de lo Divino ni el Sentido de lo Divino.
Es claro que todos nacemos con ese instinto, pero también es cierto que normalmente ese instinto y sentido se encuentran oxidados por el egoísmo, por el pecado. Es hora pues de comenzar a limpiarlo, para ir saciando esa ansia fundamental existente de Dios: el mayor deseo de toda alma es Dios, y ese deseo lo vamos saciando cuando vamos encontrando a Dios en todo lo que es verdaderamente noble, superior.
Decía el Dr. Plinio que «el Instinto de lo Divino acompañado por el Sentido de lo Divino son el núcleo en torno del cual se estructura la vida espiritual y mental del hombre». 2
Y que fortalecidos esos instinto y sentido, terminan movimentando todas las virtudes: «No hay fortaleza mayor que la del hombre que que busca enérgicamente la plenitud del Sentido de lo divino. No hay justicia mayor que la del hombre que se pone en frente del Sentido de lo divino y por eso juzga con justicia todas las cosas. No hay templanza mayor que la del hombre que posee la distancia adecuada a cada cosa, por el hecho de vivir en función de lo Divino». 3
Entonces, así como para aprender a nadar -decía el Dr. Plinio- hay que hacer un esfuerzo inicial, apliquémonos a desarrollar en nosotros el Sentido Divino, admirando desinteresadamente a Dios en todas las maravillas, en todas las cosas superiores que se ponen a nuestra visión. Sobre este ejercicio lloverá la gracia.
Por Saúl Castiblanco
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1 Revista Dr. Plinio. No. 148 – Julho de 2010 – Um par de asas para rumar a Deus.
2 Ídem.
3 Ídem.
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