Redacción (Lunes, 24-01-2020, Gaudium Press) En el Tercer Domingo del Tiempo Común la liturgia indica la lectura de un trecho del Evangelio de San Mateo (4,12-23) donde Jesús hace una «pesca admirable».
Primeramente el Salvador vio a Pedro y su hermano Andrés y los llamó a ser «pescadores de hombres». Ellos, inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Después Jesús vio otros dos hermanos: Santiago y Juan y los llamó. Ellos también dejaron sus redes y lo siguieron.
El episodio en el Evangelio
La narración de este episodio nosotros podemos verla en San Mateo en el capítulo 4 de su Evangelio:
18 Cuando Jesús andaba al costado del mar de Galilea, vio a dos hermanos: Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés. Estaban lanzando la red al mar, pues eran pescadores. 19 Jesús dijo a ellos: ‘Seguidme, y yo haré de vosotros pescadores de hombres.’ 20 Ellos, inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. 21 Caminando un poco más, Jesús vio otros dos hermanos: Santiago, hijo del Zebedeo, y su hermano Juan. Estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando las redes. Jesús los llamó. 22 Ellos, inmediatamente dejaron la barca y al padre, y lo siguieron.
Comentario de un Santo
Mejor que intentar nosotros mismos comentar este trecho del Evangelio es oír lo que nos dice un gran Santo. Vamos, entonces, a escuchar lo que dijo en sus comentarios al evangelio (345-407) aquel Doctor de la Iglesia que fue Presbítero en Antioquía y después Obispo de Constantinopla: San Juan Crisóstomo. Lo que dice San Juan Crisóstomo en las «Homilías sobre el Evangelio de Mateo» (n°14, 2)
Admirad la fe y la obediencia de los discípulos
«Venid conmigo y yo haré de vosotros pescadores de hombres». ¡Qué pesca admirable la del Salvador! Admirad la fe y la obediencia de los discípulos. Como sabéis, la pesca exige una atención ininterrumpida. Ahora, en medio de su labor, ellos oyen el llamado de Jesús y no dudan un instante; no dicen: ‘Dejadnos ir a casa a hablar con nuestra familia’. No, ellos dejan todo y lo siguen, como Eliseo hiciera con Elías (1R 19, 20).
Esta es la obediencia que Cristo nos pide, sin la menor duda, aunque necesidades aparentemente más urgentes nos presionen. Es por eso que cuando un joven que quería seguirlo preguntó si podía ir a sepultar al padre, ni eso Él lo dejó hacer (Mt 8, 21).
Seguir a Jesús, obedecer a su palabra, es un deber que tiene prioridad sobre todos los otros.
Promesa grande, fe enorme
¿Me dirás tal vez que la promesa que Él les hacía era demasiado grande? ¡Es por eso que los admiro tanto: todavía no habiendo todavía asistido a ningún milagro, ellos creyeron en esa promesa tan grande y renunciaron a todo para seguirlo! Fue porque creyeron que, con las mismas palabras con que ellos mismos habían sido como que pescados, también ellos podrían pescar otros. (ARM)
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