sábado, 07 de septiembre de 2024
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Para hacernos como fuertes niños, y poder entrar en el Reino de los Cielos

Redacción (Jueves, 30-01-2020, Gaudium Press) La genialidad, o más específicamente la verdadera sabiduría, tiene con mucha frecuencia -entre otras- la característica de la claridad en las explicaciones, claridad palpable incluso para quienes son legos en la materia. Así era el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, que paseaba por los más variados temas y por las profundidades o alturas de los mismos, en un maravilloso lenguaje asequible a públicos inclusive juveniles.

Acompañemos ahora sus pensamientos sobre un tema fundamental, el de la inocencia, la pérdida de la inocencia y la recuperación de la inocencia. Fundamental, porque si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos.

***

Decía el Dr. Plinio que el niño, aún en su inocencia, después de descubrir que él existe, que él es, descubre la existencia del universo. Y que luego el movimiento natural del niño en su descubrir el universo, era ir contento hacia lo mejor de ese universo, lo que ya revela en el infante la búsqueda de Dios.

«Entonces, cuando el hombre ve algo tan mayor que él, con lo cual él siente no tener proporción, él se regocija, de un júbilo análogo al bienestar que los pulmones tienen cuando entra aire fresco. Es decir, el bien propio de los pulmones es recibir aquel aire e impregnar la sangre con oxígeno, que se difunde para el cuerpo. Así también el hombre: al percibir algo mayor a él, todo el hombre es llevado por un élan [impulso] para aquello, como quien dice: ‘Pero ese todo, ese orden del ser en el cual vivo, tiene cosas magníficas, y yo soy mayor de lo que sospechaba, viendo que eso es tan grande!’ «. 1

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Por ello el encanto del niño con una bola de cristal, con sus padres, con todo lo que le hable de perfección. Ese es un movimiento enteramente inocente, rumbo al Infinito, al Absoluto, a Dios, y es un movimiento profundamente feliz, pues está encontrando su finalidad, el fin para el que fue creado. El Dr. Plinio decía que este movimiento podía calificarse de ‘vertical’.

Entretanto, hay otro movimiento, el ‘horizontal’, que es también natural, por el cual el niño se encanta «con las cosas que tienen proporción con él». Afirmaba el Dr. Plinio que es este también un movimiento legítimo; sin embargo «la idea de fin aparece menos clara que en la consideración de lo que es más alto; y la idea de él mismo surge más clara: yo, yo, yo. Y en la relación horizontal el niño comienza a querer tener una serie de cosas de su tamaño, de su proporción».

«Por ejemplo, no pudiendo ser dueña de una persona, [la niña] quiere ser dueña de una muñeca; no siendo posible tener un automóvil que él ve pasar en la calle, el niño quiere poseer un automobilito. Él quiere tener un mundito en miniatura que él manipule, con el que se entretenga en ciertas horas, sobre todo desea tener muchísimas más relaciones con otros niños que con los más viejos.

«En ese ‘horizontal’, la abnegación aparece mucho menos, y el niño se da cuenta de que, si algunos deleites conducen a la admiración desinteresada [los ‘verticales’], hay otros placeres que lo llevan a lo gustoso. Y ahí muy fácilmente -si la primera parte no está profundamente arraigada en el alma- el niño comienza a concebir la vida como una sucesión de deleites, y él sólo busca los placeres. A partir de este momento la inocencia comienza a menguar, la búsqueda del verdadero fin desaparece. Y el fin pasa a ser gozar; la vida es una oportunidad para gozar». 2 Está abierta ahí, la vía del vicio y del pecado.

Magistral descripción la anterior, clarísima; y para quien estas líneas escribe, inédita. Llena además de consecuencias.

En la vía ‘vertical’ también hay deleites, pero el deleite no es el objetivo a buscar, sino meramente la dulce consecuencia de la admiración desinteresada de lo más perfecto. Ejemplifiquemos.

Llega un pavo real al jardín: la actitud normal del alma inocente es la de la admiración de Dios en los reflejos de un ave tan bella, un ave-rey. Independiente de si el pavo real me pertenece, si voy a mejorar en la consideración de los demás por tener estas lindas aves, o etc. El gozo que en el alma inocente produce la contemplación del pavo real tiene también repercusión sensible, pero esta es sobre todo con nota ‘espiritual’.

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Pero imaginemos que un día el niño va a comer helado, y se depara con uno de un sabor exquisito que nunca había probado. De alguna manera ese gozo es también ‘espiritual’, ‘vertical’, pues un delicioso sabor también es símbolo de perfecciones divinas. Pero también el niño siente un gusto ‘horizontal’ y son los deleites físicos y fuertes que el helado le está produciendo. Si él no privilegia los gustos ‘espirituales’, sino que se dejar subyugar por los meros placeres ‘físicos’, y quiere ese placer «todo, ya y para siempre» según la expresión de Miterrand, se abrió la senda del pecado, pues querrá que su vida gire en torno del mero placer sensible, por encima de cualquier ley o norma moral. Y además perderá el deleitable y profundo gusto de los placeres ‘verticales’, los deleites espirituales, que son los de la inocencia.

Normalmente por la vía del pecado ha optado la grandísima mayoría de los hombres, perdiendo el verdadero deleite que puede ofrecer esta vida. Pues después del pecado original, la inclinación a la exclusividad de los placeres sensibles comúnmente arrastra a los seres humanos.

Pero en la anterior y magistral descripción del Dr. Plinio se encuentra también la solución de la vida: volver a los deleites desinteresados de la admiración de lo más bello, de lo más perfecto, de lo maravilloso, ayudados por el bastón de la gracia de Dios. Ese es el camino de la recuperación de la inocencia, con toda la altísima deleitabilidad que la inocencia comporta.

¿Apareció algo magnífico que atrajo mi atención? Admire, y no por el beneficio que esto me puede traer, sino de manera desinteresada, solo porque esto es un reflejo de Dios, mi Fin Absoluto. Y para que las malas inclinaciones no lo regresen al mal camino, pida a Dios la fuerza. Este es el sendero de la verdadera felicidad.

Por Saúl Castiblanco

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1 Revista Dr. Plinio. No. 182. Maio de 2013. Inocência e admiraçao desinteressada – I

2 Ídem.

 

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