jueves, 21 de noviembre de 2024
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La vía al Absoluto por la admiración de la grandeza y el retorno materno del Absoluto en la Virgen

Redacción (Viernes-31-01-2020, Gaudium Press) Sigamos acompañando al Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en sus magníficas consideraciones sobre lo que él titulaba «el camino al Absoluto», doctrina maravillosa de restauración espiritual.

Decía el Dr. Plinio que el hombre ya aún en tierna edad, siente la sed de contemplar un Ser «que nos rescate de nuestras inseguridades, de nuestras penumbras, de nuestras limitaciones, de nuestras incertidumbres. Yendo bien al fondo de la cuestión, sentimos que si este Ser [Dios] no existiese, nosotros tampoco existiríamos». 1 Es ese instinto de Dios, Quien nos suple en nuestras carencias.

«Tenemos en nosotros una crónica e irremediable inseguridad, consecuencia de nuestra condición de criatura. Y sólo corregimos eso cuando entendemos que Alguien existe, y con Él tenemos una unión. Entonces las inseguridades desaparecen, las limitaciones pasan, y encontramos nuestra razón de ser en mirar hacia Aquel». 2

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¿Pero que es en esta tierra mirar para Aquel que nos completa, que nos sostiene? ¿Cómo en esta vida podemos ‘mirar’ a Dios? El Dr. Plinio hablaba de unas ciertas «sensaciones de Absoluto», que podríamos traducir en ‘sensaciones de Dios’.

Las sensaciones de Absoluto – Visitas de Dios

A veces, en determinadas situaciones, con determinadas cosas, «algo trasparece y nos hace ver a Alguien enormemente trascendente representado por los acontecimientos». Lo anterior ocurre con frecuencia con cosas grandiosas: un día tenemos la oportunidad de conocer o ver el Palacio del Emperador de la China, lugar simbólico de esa nación, y algo nos habla de todo lo que Dios quiso y quiere de la China, de todo cuanto el Creador quiso que fuese la China y no solo sentimos ese designio sino al propio Dios autor de la China.

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O de pronto un día un colibrí atrae nuestra atención, animalillo encantador no propiamente grandioso, pero cuya agilidad nos sobrepasa por entero, y sentimos en él la agilidad de las agilidades, y en determinado momento al Ágil autor de la agilidad, Dios Nuestro Señor.

Contemplación del Palacio Imperial de la China, Colibrí, son ocasiones para «visitas» de Dios.

«Una persona que comprenda el significado de ese momento (…) [entiende] que Dios la visitó, y que el fin de su vida consiste en estar lo más posible compenetrada de ese Absoluto», que le fue mostrado en esas ‘visitas’ de Dios.

Visitas, que son como si el hijo pródigo sintiese una brisa de la casa paterna. Como visitas que el Paraíso hace a la Tierra. Esto es vivir de verdad, decía el Dr. Plinio.

Y la persona que no desprecia estas ‘conversaciones’ con Dios, «termina poblando su alma de imágenes ideales». Y va accediendo, «por así decir», a «un estado místico que le proporcionó una como que visión natural que la arrebató, encantó o impresionó, por fugaz que haya sido. Ese es el movimiento natural de espíritu del cual debemos ser sedientos y al cual precisamos dar ciudadanía, porque no es locura, es buen sentido» 3, afirmaba el Dr. Plinio.

Entonces, cuando algo comúnmente grandioso atraiga especialmente nuestra atención, ¡cuidado en despreciarlo!: son visitas de Dios que buscan que lo vayamos sintiendo y conociendo.

Pero el movimiento no es solo ascendente, de nosotros hacia el Absoluto en la contemplación de las maravillas de Dios en esta tierra. También es descendente, del Absoluto para acogernos en nuestras deficiencias, en nuestras miserias.

«El alma humana quiere ser tratada con proporcionado aprecio por el Absoluto. Pide que, en su flaqueza ella sea considerada y tratada con respeto. ¡Y tiene razón! Puesta delante del Absoluto, la persona precisa sentir que su propia contingencia es amada por Él, y no considerada como una mancha, una vergüenza, un mal, sino que Él la quiere y no la desprecia». 4

Y es ahí que llega toda la bondad de Dios, «desde la gracia hasta la Unión Hipostática, la Encarnación del Verbo, la Redención del género humano, los Ángeles que nos asisten, todo lo relacionado con la Iglesia Católica» 5. Y la Virgen.

La Virgen de la Ternura

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«Todo cuanto está en el ícono de Nuestra Señora de la Ternura da a entender que esa ternura resulta de una posición de alma de la Virgen muy estable, contemplativa y atenta». Atenta del miserable, atenta desde su grandeza Inmaculada y llena de dones, pronta a derramar sus riquezas sobre el débil ser humano que somos cada uno de nosotros.

«Entonces la devoción a Ella es el vínculo indispensable, con esos dos aspectos del Absoluto: en cuanto Inmaculada, la grandeza; en cuanto Refugio de los Pecadores y Madre de Misericordia, el auxilio del contingente». 6

«¡Veo en eso una armonía tan perfecta y tan impresionante que no sé qué decir!», expresaba el Prof. Plinio.

De hecho, se cierra el maravilloso ciclo:

El alma carente y sedienta, busca el Absoluto para completarse y para suplir su debilidad, hallándolo en las grandezas de la Creación; y luego el Absoluto responde a esta búsqueda con todas las gracias vehiculadas por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y por la Madre de Dios.

Ciclo magnífico, natural y sobrenatural. En él nos debemos insertar, estar cada vez más dentro de él.

Por Saúl Castiblanco

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1 Revista Dr. Plinio. No 187 Outubro de 2013 – A mística do Absoluto
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ídem

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