Redacción (Lunes, 10-02-2020, Gaudium Press) Ayer, en el Ángelus dominical, el Pontífice explicó el sentido del Evangelio del día, en el que el Señor invita a sus discípulos a ser sal y luz del mundo.
«La sal es el elemento que da sabor y que conserva y preserva los alimentos de la corrupción. Por lo tanto, el discípulo está llamado a mantener alejados de la sociedad los peligros, los gérmenes corrosivos que contaminan la vida de las personas», dijo el Papa.
Por tanto, continuó Francisco, es preciso «resistir a la degradación moral, al pecado, testimoniando los valores de la honestidad y la fraternidad, sin ceder a las tentaciones mundanas del arribismo, el poder y la riqueza».
Por su parte la luz «disipa la oscuridad y permite ver. Jesús es la luz que ha disipado las tinieblas, pero ellas aún permanecen en el mundo y en las personas individuales». El cristiano debe pues irradiar la luz de Cristo: «se trata de una irradiación que puede también derivar de nuestras palabras, pero que debe surgir sobre todo de nuestras ‘buenas obras'».
En un mundo donde abunda el conflicto y el pecado, Jesús «nos invita a no tener miedo» de vivir en él. «Ante la violencia, la injusticia y la opresión, el cristiano no puede encerrarse en sí mismo ni esconderse en la seguridad de su propio recinto; tampoco la Iglesia puede encerrarse en sí misma, no puede abandonar su misión de evangelización y servicio».
El Pontífice concluyó su meditación pidiendo el auxilio de la Virgen para ser verdaderas sal y luz del mundo.
Con información de Vatican News
Deje su Comentario