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El maravilloso mundo de los arquetipos, de donde nace todo

Redacción (Martes, 18-02-2020, Gaudium Press) Quien conoció meramente la obra literaria de Plinio Corrêa de Oliveira, o sus luchas en los más diversos frentes, particularmente su militancia sin cuartel contra los dos grandes totalitarismos del S. XX y contra el progresismo en la Iglesia Católica, puede fácilmente hacerse una idea sesgada de su personalidad.

Por ejemplo, puede imaginarse alguien a la manera de un intelectual sumergido entre libros, como un cazador de silogismos o pruebas para esgrimir contra sus contradictores. O de pronto podría pensar en alguien meramente de una actividad incansable, rápida, un ‘activista’ con ideas claras y conservadoras en la cabeza, que sabía comunicar por el encanto de una rica personalidad lo que le permitía reunir seguidores.

Tal vez esas personas se sorprenderán con la descripción que él mismo hizo de cuál era la «matriz» de su pensamiento y de su acción.

Decía el Dr. Plinio que desde niño él se sentía impulsado «para una clave de un orden de cosas que contiene la quintaesencia de ellas, orden que de hecho no existe, sino que es una vue de l’esprit (una visión de espíritu)», de un «orden transesférico». 1

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Afirmaba que era algo que también ocurre con otros, y lo ejemplificaba, con las porcelanas de esmalte tipo S. XVIII, que recrean figuras de marquesas tocando un clavicordio, o niños con tricornios infantiles jugando en un parque, porcelanas que revelan que fueron inspiradas por hombres que pensaron en una ‘transesfera’ de delicadeza y de ahí nacieron esas obras.

Colocaba el Dr. Plinio otro ejemplo, ya personal, con un objeto que tenía en ese momento al alcance de su vista, una alabarda, arma de infantería de otros tiempos, que consta de un hasta de madera en cuya punta se coloca un metal a la manera de hacha mezclada con punta de lanza, y que se utiliza hoy en algunas ceremonias.

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«Por ejemplo, con esa alabarda yo hago eso. La veo -además gusto de su forma, de su estilo- y percibo que por detrás de ella existe la concepción de todo un mundo de cosas donde el ‘universo de las alabardas’ está puesto, pero en esa perspectiva que ya no es lo concreto [ndr. la de la alabarda concreta], y sí una sublimación» 2, es decir un perfeccionamiento sublime de la alabarda y de un mundo de alabardas, rumbo a un ideal de ellos.

En una afirmación impresionante por lo reveladora, Plinio Corrêa de Oliveira expresaba que «aquel modelo de ideal de más o menos todo el universo habita en el fondo de mi panorama» 3, y que en función de ese ideal, él juzgaba todas las cosas. Y a partir de sus juicios, se desarrollaba su acción. Es decir, había construido una visión ideal del Orden del Universo, y luchaba para que ese ideal imperara.

Decía el Dr. Plinio que ciertos personajes históricos le ayudaron en ese caminar. Por ejemplo, a partir de la lectura de la historia de la primera cruzada y en la consideración de su mayor protagonista, Godofredo de Bouillon, concibió el ideal arquetípico de la valentía; o que conociendo la vida del facineroso pero habilísimo Talleyrand, partió para la elaboración de su ideal de sutileza absoluta; pero que cuando halló a Carlomagno encontró también una matriz de todo, y sintió que fue él verdaderamente el padre de la Cristiandad.

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Sin embargo, que el auge fue la contemplación de la figura de la Virgen, que lo encantó, pues fue conociendo -de manera también mística decimos nosotros- que la riqueza de alma de la Virgen era variadísima y absoluta, y por ello la iconografía cristiana fue generando las diversas advocaciones, que expresan esa riqueza idealizada y real de la Madre de Dios. Y que al contemplar a Nuestra Señora, y contemplarla y contemplarla y meditar en ella, y al tiempo notar el contraste entre ese ‘superplenum’, la plenitud máxima de la Virgen, y su propia carencia, sentía como una consecuencia necesaria de esta contemplación que ese superplenum se debruzase sobre él y lo auxiliase, lo completase, lo que da el sentido de la misericordia, del auxilio materno de la Virgen.

Auxilio materno, pero también moldeamiento sublime de un alma, la del Dr. Plinio, que también fue gigantesca.

Por Saúl Castiblanco

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1 Revista Dr. Plinio, Outubro de 2012 – Matriz do pensamento de Dr. Plinio

2 Ídem.

3 Ídem.

 

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