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Redacción (Viernes, 06-03-2020, Gaudium Press)
Qué tú tienes oh velero, que tus velas nos elevan, que tu quilla nos arrastra, que tu proa nos levanta, y tu popa ensoñación.
Que tus velas, oh velero, nos envuelvan en sus tiempos, nos transporten hacia ellos, que se hunden en Homero, que llevaron a San Pablo, que gloriaron a Colón.
Que tus velas, oh velero, elegantes, nos rescaten de estos días, del smog, de los atascos, los impuestos y el neón.
No añoro el frío aire, de un crucero ‘shopping mall’; solo extraño vuestros vientos, sean los gélidos del ártico, o los cálidos caribe, sean templados tinte azul, Mare Nostrum de Toulon.
Puedes ser de cuatro mástiles, como el Victoria, o más sencillo, un hidaldo galéon; solo quiero que tus velas surquen plenas hasta el sol.
Qué tú tienes, oh velero; tus cortinas blanca seda, sí me alivian en mis días, de este mundo sin sabor, de estos tiempos sin poesía, de banqueros sin perdón.
Pero tú regresarás, pues aliado eres del viento, bella carroza marina; andas recogida en los esplendores de Dios. Cuando el mundo dejó de amar a Dios, dejó de amarte a ti, altivo velero bastión.
Pero la Virgen bendita, aquí en su reino reinará; y cuando su Corazón guíe, un velero… la llevará.
Por Saúl Castiblanco
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